El cinematógrafo del pánico
Por
Sergio Vargas
Los directores de
El segundo nombre y Los sin nombre, Paco Plaza y Jaume Balagueró
respectivamente, se alían nuevamente tras la cámara (después de dirigir
juntos allá por 2001 OT, la película), y en esta ocasión lo
hacen desde el género en el que mejor se defienden, el terror (Balagueró
es además autor de Darkness
y Frágiles, así como del capítulo Para entrar a vivir
de la nueva tanda de Historias para no dormir, y Plaza también
ha rodado Romasanta y Cuento de Navidad, esta última
también para la citada serie), pero desde una perspectiva quizá no
tan alejada del documental que ofrecían en aquella, pues [·REC]
se desarrolla a modo de reality-show, el género televisivo del
milenio. Concretamente, un día cualquiera en la vida de un equipo de
bomberos de Barcelona. Lo que se promete como una jornada tranquila
para mostrar el día a día de estos guardianes de la noche se transforma
en una trágica pesadilla para los dos reporteros, los bomberos a los
que acompañan, y los vecinos del inmueble que visitan para atender
una llamada aparentemente rutinaria.
Del mismo modo que
ocurre en la magnífica nueva película de George A. Romero, Diary
of the Dead (y de momento inexplicablemente sin distribuidora),
la película está rodada cámara en mano de principio a fin, mostrándose
todo, en tiempo real, desde el punto de vista de los protagonistas que
viven (y graban) todo lo que sucede en sus propias carnes. No tardan
en aparecer las comparaciones con El proyecto de la Bruja de Blair,
pero ése es su único punto en común. Mientras que en aquella apenas
encontrábamos algo de interés (y de acción) en los últimos minutos,
[·REC] consigue involucrar al espectador de una forma insospechada
gracias a un ritmo marcado por las calmas que preceden a las tormentas,
y esto se lo debemos por encima de todo al excelente trabajo de planificación
y dirección de Balagueró y Plaza, en todos los sentidos.
Por supuesto, las interpretaciones,
la mayor parte de ellas basadas en la naturalidad, funcionan muy bien
(particularmente Manuela Velasco como la sufrida reportera) ayudando
a conseguir la buscada sensación de telerrealidad, pero es verdaderamente
determinante la forma de rodar, con enormes planos secuencia (como áquel
en que los bomberos, superando el caos vecinal al poco de acceder al
edificio, suben al piso cuya llamada han atendido, se adentran en él,
y se desencadena el “incidente”, que me ahorro por si alguien a
estas alturas tiene la suerte de aún no saber de que va el invento),
que involucran a gran cantidad de actores y localizaciones (dentro y
fuera del edificio, aunque estos últimos solo se escuchen y se vislumbren
a través de los cristales), planos complejos resueltos con una sencillez
que consigue provocar en el espectador esa sensación de veracidad,
atrapándolo en la red del miedo a medida que se van desarrollando los
acontecimientos sin necesidad de música ni efectismos.
Tal vez esté de más
el intentar aportar una explicación de los hechos (que al final poco
explica) y algún que otro pequeño truco de guión (porque a pesar
de que no parezca así, hay que recordar que tiene guión), pero el
resultado es prácticamente redondo: una película que aparte de estar
muy bien rodada, ofrece lo que promete, sustos, miedo, angustia y ansiedad,
de menos a más. No exagero.
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