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Ella es el partido

Título

 Ella es el partido

Título original
Leatherheads
Dirección
George Clooney
Intérpretes
John Krasinski
David de Vries
Rick Forrester
Craig S. Harper
George Clooney
Año
2008
Guión
Duncan Brantley
Rick Reilly

 

Clooney pierde pie en el terreno de juego

Por Alicia Albares

En su todavía escueta trayectoria como director, el actor George Clooney sorprendió a propios y extraños con dos películas de inusitada seriedad y trascendencia: sus dos primeras incursiones tras la cámara Confesiones de una mente peligrosa y Buenas noches y buena suerte le otorgaron un cierto prestigio que le ha conducido a este último proyecto, mucho menos arriesgado, visiblemente más sencillo y de reducidas pretensiones. No es de extrañar que se multipliquen las comparaciones si después de profundizar en la doble vida de un productor de televisión en la primera o de narrar con sobriedad el enfrentamiento de Edward R. Morrow con McCarthy en la segunda, el director haya optado por emular, hasta en el más ínfimo detalle, las películas de los años 30 en un filme ligero, sin recovecos, tan plano y frívolo como la traducción de su título en castellano sugiere, que, aunque nada tiene que ver con el original (Leatherheads), si que refleja la superficialidad de su desarrollo. Creyendo que puede permitírselo, parece que Clooney prefiere disfrutar de su segura posición poniéndose al frente de un proyecto que no le ha costado mucho esfuerzo a seguir la línea coherente que inauguró con sus dos primeros productos.

El paseo no tiene nada de reprochable en apariencia, pues en la película encontramos los elementos propios de la comedia de antes, aquella que le sirve de modelo en todo momento: lucha de sexos, personificada en unos actores (entre los que se incluye el propio director en homenaje a los grandes Gary Cooper y Clark Gable que tan bien practica, ayudado por su físico) frescos, dinámicos y de experiencia demostrada en el género; argumento de enredo, plagado de sucesos de escasa trascendencia; y una historia de amor tierna y previsible, pero que no por ello deja de funcionar como debe. Ensambladas las piezas, el engranaje se mueve como se espera de él: entretiene en ocasiones, hace reír cuando lo pretende y termina dejando la misma sensación que anticipaba con su comienzo hilarante: la de haber pasado un rato agradable, pero sin llevarse a casa nada más que un recuerdo fugaz de una historia que pasará como tantas.

Y es que el ejercicio, a pesar de no salirse de la corrección, no alcanza, ni de lejos, el nivel de los clásicos a los que recuerda plano a plano. En un primer vistazo, no hay motivo para que no lo consiga; sin embargo y como ya ocurría en el fallido homenaje que intentó Soderbergh en la olvidada El buen alemán, intentos actuales por recuperar una época nunca salen bien si no procuran modernizarse y aportar algo a sus referencias, cosa que vuelve a ignorar Clooney al continuar por un camino mil veces recorrido: tanto la historia como las relaciones entre los personajes están envueltas de un regusto a déja vu tan inevitable como perjudicial, acercando peligrosamente al espectador al tedio y al desinterés. El marco histórico (recreado con exactitud y maestría tanto en su dirección artística como en su vestuario) de los inicios de la liga profesional del fútbol americano funciona sólo como excusa para insertar el argumento y, aunque consigue recrear hábilmente un momento social, no logra convencer en sus tímidos y desorientados intentos por arrastrar al metraje hacia un refugio de crítica y reflexión. Intuimos en estos derroteros la mano incisiva del Clooney contestatario que sabemos agazapado tras el filme, pero el disfraz de comedia pesa demasiado sobre él y termina por aniquilar su denuncia, no tanto a la figura del héroe americano, si no a la necesidad de la sociedad estadounidense de que éste exista (ansia que provoca que, en caso de no hallarlo, sea fabricado artificialmente).

Aunque el mensaje parece claro, también es evidente la pérdida de rumbo que ha sufrido la película desde su planteamiento: pesa mucho más en la historia el tópico del triángulo amoroso o el desarrollo de la subtrama del equipo de fútbol que la intención analítica del director. Y por ello nos encontramos ante una obra con tan escasa personalidad como cualquier imitación de manual.

Si no se consigue evitar la comparación con el estilo del Clooney al que hasta ahora estábamos acostumbrados, el resultado es, sin duda, decepcionante. No obstante, si decidimos asistir al metraje observando a través de la lente de la nostalgia, el conjunto es correcto y consigue su objetivo, que no es otro que el de mantener la atención del espectador dentro de lo posible y conformarle con un romance al uso, que hace de la fuerza de la mímesis su mejor arma para mantenerse a flote. Sea como sea, echaremos de menos al actor-director que supo cómo sorprendernos cuando no conocíamos aquello de lo que era capaz.

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