Violencia, pecados y sombra de ojos
Por
Carlos Aguilar Sambricio
El final de la trilogía de la venganza del director Park Chan-wook es otro juguete donde el surcoreano despoja a su relato de la mayoría de los elementos inherentes de una historia humana para presentar únicamente una desmesurada y efectista obra en la que la violencia juega un papel moral importante pero donde, sin embargo, no se nos permite asistir a ella de manera contextualizada.
Con Sympathy for Lady Vengeance, pretende de nuevo que empecemos nuestro viaje al film con desconcierto. Pretende que nos intriguen las motivaciones de los actos cruentos. Pretende tontear con nosotros para que busquemos sentido en el sinsentido. Y pretende finalmente cerrar el círculo ofreciendo una explicación que proporcione un conjunto sin fisuras.
Pero las fisuras existen. Me parece conveniente comparar esta trilogía con la de Gus van Sant. En ambas nos vemos inmersos en situaciones cuyo entendimiento se antoja difícil. Donde el americano se ve incapaz de abarcar la base del asunto y, por tanto, nos ofrece nuevas preguntas en vez de respuestas definitivas, Park prefiere reducirlo todo a lo básico, orquesta una sinfonía vacía de acciones y reacciones que tendrán como resolución una presentación del simple origen de la discordia, aportando una sensación de calma y comfort mental al espectador.
Cabe destacar, eso sí, que el envoltorio utilizado es mucho más atractivo de un tiempo a esta parte. Park ha mejorado sustancialmente la puesta en escena desde que llamara la atención con una hiperconfusa Joint Security Area. A pesar de seguir apostando, en los momentos más tensos, por una sucesión rápida de planos poco acertada, el tempo y el vigor se han asentado mejor en su cine, y la composición se ha perfeccionado.
Si hay algo que llama la atención tanto en su cine en general como en esta película en particular es cómo relativiza la violencia y la venganza. No obstante, a diferencia del nihilismo postmoderno del cine de Quentin Tarantino, Park erige obras vertebradas por una moral cuyos principios son muy elementales. Las tramas son pueriles y no hay complejidad alguna. La preocupación única por la estética en Tarantino podrá ser discutible pero su discurso violento no se empaña debido a aspectos ajenos a la misma.
Y es que en Sympathy for Lady Vengeance se abordan temas de altos vuelos como la redención. La protagonista habla de expiar sus pecados, de no poder parar hasta lavar su conciencia. Para ello, lo mejor que se le ocurre es seguir cometiendo nuevos pecados. Este curioso planteamiento está plagado de símbolos facilones como la nieve y el tofu (blancos de redención) o la sombra de ojos (rojo de venganza).
Uno puede llegar a pensar que, si no fuera por el tono solemne, el tinglado podría interpretarse desde el absurdo. Desde luego, las escenas en las que varias familias deciden si matar a un hombre o entregarlo a la policía, si ejecutarlo de manera conjunta o por separado, o si se debe sortear el orden para el castigo podrían dar mucho juego, sin duda, si se encontraran en entornos propicios como los que crea, por ejemplo, Takashi Miike.
Lamentablemente, después del agradable descubrimiento internacional de Old Boy -que ahora tengo miedo de revisar-, al haber profundizado en su filmografía anterior y ver cómo termina la trilogía, entiendo que Park Chan-wook no está a altura de figuras coreanas recientes como Kim Ki-duk o Boon Joon-ho, autores preocupados profundamente por la forma y el fondo.
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