Buscando el lugar entre géneros
Por
Alicia Albares
Tener a Meg Ryan como co-protagonista de Entre Mujeres (adscrita, misteriosamente, al género dramático) tiene de positivo lo que, sin duda, es lo mejor de la película: la añoranza inevitable que trae consigo, el sabor que deja a comedia de las de antes, fresca y divertida, ágil y absorbente…Pero tal asociación de ideas tenía sentido en el pasado, cuando la presencia de la actriz garantizaba algo más que ingeniosos giros, en guiones sencillos y eficaces. Hoy en día, inserta en una obra de clasificación indefinida, a caballo entre comedia de enredo y drama familiar, el protagonismo de Ryan desconcierta: encontramos el mismo personaje (su eterno papel), en una historia diferente. Por ello, el filme engaña: la intérprete suscita recuerdos de comedia, la realidad nos deja una peliculita ajena a ella, en la cual no sabe desenvolverse. El resultado: una cinta donde los elementos, mil veces vistos y mal ensamblados, componen un conjunto vacuo, una historia que no sabe dejar huella, aunque lo pretenda. Y ni siquiera Meg, siempre despeinada, con sus ojos brillantes y nunca maduros, puede salvar del fracaso a esta nave sin destino.
Porque estamos ante una trama cuya base fundamental es una continua y monumental indeterminación, una confusión no premeditada que acaba conformándose como su mayor lastre: extravío entre intención y forma, entre planteamiento y desarrollo, entre personajes y acciones, entre género y propósito…Un protagonista masculino que quiere, ante todo, parecer complejo (como personaje cinematográfico, pero también como sostén del guión) pero cuyos diálogos, actitudes, expresiones nos remiten a la adolescencia más ingenua y poco construida que encontramos en los tópicos propios de cualquier película americana de instituto y jóvenes problemáticos. Lo que se configura como el centro y origen de toda la historia cae por su propio peso: no hay recovecos en la construcción del protagonista, no hay un trabajo apegado a la realidad (y no porque el actor, bastante aceptable, no sepa defenderse). Su supuesta búsqueda del sentido de su existencia, un pretendido viaje al interior de sí mismo, parece una excusa fácil del guión para arrastrarle al encuentro anecdótico con las mujeres, sus vecinas, y desgranar así los giros menos originales posibles en su relación con ellas: historias de amor inconclusas, relaciones accidentadas, apoyo mutuo de dos personajes que se encuentran en el momento en que más lo necesitaban…Uno a uno, vamos encontrando previsibles todos los momentos de la historia y cualquier cambio en la evolución de los personajes. Así, lo que parecía una reflexión sobre la necesidad de madurar, acaba por convertirse en un catálogo sobre como no se puede componer a un carácter. Como consecuencia, todas y cada una de sus conexiones con la historia y con el resto de sus componentes resulta innecesaria, inefectiva y carente de todo sentido. Tan mínima es la consistencia del protagonista que todo aquello que se desarrolla a su alrededor resulta artificial, vano. Y la desconexión del espectador es, por tanto, inmediata.
Intuyendo su escasa capacidad para atraer, Kasdan utiliza los recursos inevitables en cualquier filme que quiera mezclar obviedades de distintos géneros: mucho toque cómico aislado, contrastando con situaciones profundamente dramáticas (totalmente excluibles), para conseguir una especie de tragicomedia con las herramientas más burdas de las que se puede disponer (hacer reír mientras se llora, pero sin lograr ni una ni otra cosa de forma espontánea y sincera). Recursos de manual para construir una empatía con el público que se palpa rígida, provocada y escasa. No hay identificación con personajes, absurdos en su perfección de personas imperfectas, en su exquisito y cuidadísimo desorden del día a día, en sus contenidos pero siempre resueltos conflictos familiares. Tan sólo queda la sensación de extrañamiento, de tedio, de descreimiento. No hay honestidad en el planteamiento de un filme pretencioso en su carcasa, raquítico en su contenido, perdido en una tempestad de imitación a los clásicos de varios géneros cinematográficos, pero perdiendo en su cruzada toda coherencia con aquello que se quiere transmitir. En definitiva, más de lo mismo, con otro nombre y desordenado, pero tan habitual que atormenta a cualquier espectador con algún tipo de expectativa.
Comparte este texto:

