Las razones de Mr. Freeman
Por
Alberto García Herrero
Morgan Freeman es un actor de reconocido prestigio, uno de esos secundarios de tan alto nivel que al final acaban siendo principales. Cualquier amante del cine tiene en su mente al inspector calmado y racional de Seven, al reo que todo lo consigue en Cadena Perpetua (papel que le valió el Oscar al mejor actor secundario) y cómo no, al mayordomo, chófer y tutor de Miss Daisy, su trampolín al estrellato.
Ahora Freeman sorprende con en un rol más intimista, interpretando a un personaje que casi podría ser él mismo: un actor de Hollywood agobiado por la fama y la pompa que inevitablemente le impone su profesión, anclado en un retiro voluntario de varios años. Tratando de superar su paroxismo decide investigar el papel que se le ha ofrecido en una pequeña producción independiente interpretando a un encargado de supermercado. Para ello es conducido hasta un pequeño comercio alejado de la civilización, donde ve a Scarlett, al mando de la caja de diez productos o menos (expresión, “ten items or less”, que da título a la película en el inglés original): profesional infatigable, capaz de lidiar con los clientes ante la mirada pasiva de sus indolentes compañeros. Impresionado, decide entablar conversación con ella.
Desde este momento, la película se convierte en una road movie, donde estos dos viajeros intercambian réplica y contrarréplica tan vertiginosamente como se ayudan el uno al otro, conociéndose minuto a minuto durante un intenso día como años atrás hicieran dos veinteañeros en Viena en Antes del amanecer. Brad Silberling, a diferencia de su colega Linklater, expone aquí a dos personajes muy diferentes en todos los sentidos, en edad, etnia, raíces o cuenta corriente, pero con un nexo común: ambas vidas navegan a la deriva buscando un punto de inflexión que les permita recuperar el rumbo.
Silberling, director, guionista y coproductor del filme, presenta una carrera cinematográfica corta y bastante gris. Y es que el realizador de Casper, City of Angels, Una serie de catastróficas desdichas de Lemony Snicket y El compromiso no parece que con esta película vaya a dar un paso hacia el éxito.
A riesgo de pecar de malpensado, sospecho que éste es un proyecto de Freeman, que le sirve no sólo para alardear de su indudable calidad artística, sino fundalmente para su éxito empresarial. Junto con otros socios como Danny DeVito, quien concede un pequeño cameo en la película, el actor ha emprendido un arriesgado negocio de distribución de películas de estreno a través de Internet.
Suspicacias aparte, estamos ante una película entretenida, con inteligentes diálogos, ritmo rápido, situaciones que harán esbozar alguna sonrisa entre el público y muy bien interpretada, destacando a Paz Vega, quien consigue que su rostro se haga más familiar para los norteamericanos. Tampoco hay que olvidar que es un filme concebido para ser visto desde casa. Quizás sea ése el motivo por el que recuerda a un telefilme de sobremesa.
Parafraseando a un personaje de Dame diez razones, “El cine independiente es como una mamada. Si funciona, estupendo, y si no, al menos has pasado un buen rato.” Intuyo que esta particular filosofía es la que ha llevado a Silberling y Freeman a materializar su proyecto. Nada mejor que un producto atractivo con actores de renombre y sin riesgo económico para ser usado como cobaya en un ambicioso proyecto empresarial. Y como ya dijo Victor Mancini, “incluso la peor mamada es mejor que el mejor poema”.
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