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Piratas del Caribe 3

Título

 Piratas del Caribe 3

Título original
Pirates of the Caribbean: At World's End
Dirección
Gore Verbinski
Intérpretes
Johnny Depp
Geoffrey Rush
Orlando Bloom
Keira Knightley
Jack Davenport
Año
2007
Guión
Ted Elliott
Terry Rossio

 

La maldición de las secuelas

Por Alicia Albares

Pueden parecer repetitivas las críticas sobre las secuelas actuales de las películas de los grandes estudios. También es fácil que caigamos en el tópico al reiterar los mismos argumentos una y otra vez, que vienen a decir lo de siempre: segundas (y también terceras) partes nunca fueron buenas. Pero no se nos da otra opción, dada la calidad del cine comercial actual y la confirmación que obtenemos de su crisis cada vez que esperamos encontrarnos con algo mejor…o al menos, distinto. Aún intentando obviar al máximo las lacras, procurando rescatar, a la desesperada, todo aquello que sirva para elogiar mínimamente el producto, la valoración general resulta, como mínimo, mediocre. Y, en este caso, no es una cuestión dependiente de contextos pretéritos bañados por la nostalgia o de futuribles surgidos al calor de la esperanza en un renacimiento indispensable para la supervivencia del cine: se trata de una afirmación que se sustenta en los argumentos de este presente que, a pesar de contar con las herramientas ideales para narrar una historia de estas dimensiones, es capaz de convertirlas en su principal fuente de carencias. Y es esta realidad la que desmoraliza al crítico, porque sabe de dónde procede tal escasez y es testigo de cómo, uno tras otro, año tras año, los grandes proyectos van hundiéndose en el fango envenenado de la tentación de impresionantes fachadas e inhóspitos interiores.

Sin duda y como ocurre en la mayoría de casos, la estructura de la historia de esta tercera aventura de los piratas del Caribe se convierte en la principal fuente de decepcionantes sorpresas: la falta de imaginación a la hora de crear nuevos personajes, la poca confianza en las tramas sencillas pero ricas en interconexiones coherentes entre los protagonistas convierte la amalgama de sucesos que se encadenan en un mosaico caótico, excesivo, diseñado para captar la atención momentánea del espectador y desligarlo por completo de la visión del conjunto. Entretiene, sí, pero siguiendo la trayectoria fácil de la fragmentación en bloques de acción, hipnotizando al espectador con secuencias impecables en su espectacularidad visual pero encadenándolo a ellas como un domador a su presa. Así, le impide alejarse para contemplar el todo y poder así juzgar la verdad de la película. Y es que es precisamente eso lo que se quiere evitar: no interesa un vistazo global, porque entonces es posible captar los huecos inmensos de una trama escrita como es habitual hoy en día, basándose en la adición de elementos y en los puntos de giro continuos, pero ignorando la composición de personajes y la continuidad con respecto a las cintas anteriores, requisitos indispensables para poder construir una épica que emocione y transmita.

Si juzgamos los momentos de manera individual, tal y como sugiere el filme, podemos encontrar alguna secuencia que consigue acercarse a aquello que podría considerarse cinematográfico y logra, levemente, rozar la fibra del espectador más exigente, recordándole los logros de la primera película: el comienzo de la historia, con los condenados a muerte entonando una hermosa canción para alertar de la injusticia a los piratas; las intervenciones del único personaje bien compuesto y brillantemente interpretado, el contradictorio capitán Jack Sparrow; la unión de todos los capitanes de los barcos piratas, que consigue resucitar el espíritu de lo que siempre han representado…Insuficientes segundos para la totalidad de un metraje de tres horas, plagado de requiebros argumentales que convierten a la trilogía en lo que ya se prometía en la segunda entrega: un híbrido, a medio camino entre las aventuras y la fantasía, sin hallar en ninguno de estos géneros un respaldo sólido que revista de identidad y originalidad al producto.

Y resulta aún más triste este veredicto si tenemos en cuenta que tanto la puesta en escena como los efectos visuales (a pesar de resultar algo barrocos, en consonancia con la historia que cuentan) están tan cuidados como se esperaba, ya que procuran compensar los defectos de base de una película que ni con ellos logra resultar atractiva. Tampoco se puede ignorar la magnificencia de su banda sonora, cuyos excelentes temas principales de la primera película se repiten aquí apoyados por una nueva partitura sinfónica, a la altura de las mejores composiciones de Hans Zimmer. Galas de altura para un proyecto incapaz de ocultar su raquítico desarrollo y que marca el inevitable ocaso de una saga que, a pesar de haber comenzado su andadura con buen pie, promete prolongarse en un futuro con cada vez menos posibilidades de recuperarse más que como producto mercantil.

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