Superlativo romanticismo en la ciudad del amor
Por
Alicia Albares
París, dividida en sus barrios y rincones más pintorescos, es la excusa y el escenario de las historias que nos cuentan algunos de los más importantes directores actuales…y de siempre; París convertida en núcleo que consigue unir y separar a un tiempo (debido a lo poderoso de su presencia) el conjunto de un proyecto ambicioso, excesivo y, como era de esperar, desigual.
Resulta complejo componer un filme colectivo de estas características sin perder de vista el objetivo que se buscaba en un principio…como demuestran estas dieciocho historias, fundidas en una ciudad que, en muchos casos, sólo es un marco de un cuadro que podría haber sido pintado con otros colores. Dieciocho talentos creadores con una personalidad tan profundamente definida que no sirve para amoldarse a un todo coherente, previsto de antemano, dictado por otros. Y no lo hacen. Quizá sea este el gran logro y también el gran defecto de París, Je t´aime . Logro porque consigue condensar en muy poco metraje algunas historias poderosas, obligando a sus responsables a reunir mucho en poco, a destilar, como los buenos perfumes, la creatividad en frasco diminuto sin perder aquellas cualidades propias que los han convertido en grandes nombres de la cinematografía mundial. Defecto porque la película conduce al espectador a un ir y venir de acciones tan rápido e intenso que consigue desubicarlo de aquel punto de partida que se presenta en sus comienzos. Heterogeneidad buscada y sobrevalorada que no logra ponerse al servicio de un tema más allá de ella misma y que provoca un hastío intelectual inevitable, consiguiendo que el metraje parezca más largo de lo que en realidad es.
Y merece la pena lamentar este error de base, porque el filme guarda tesoros insustituibles: la cotidianidad teñida de extrañeza en la mirada siempre irónica de los hermanos Coen (directores de la historia "Tulleries"); el drama agridulce, tristísimo y esperanzador, desde los pequeños detalles de Isabel Coixet (en "Bastille"); o la sencilla espontaneidad de la mezcla cultural en los ojos de Gurinder Chandha (con "Quais de Seine"). Tampoco se puede olvidar la naturalidad del plano secuencia que domina el siempre eficaz Nick Nolte en la historia equívoca que nos cuenta Alfonso Cuarón (responsable de "Parc Monceau") o el conmovedor viaje de una solitaria turista americana fascinada por un París que sabe acogerla en el corto de Alexander Payne (detrás de "14th arrondissement"). Otros como Wes Craven o Vincenzo Natali prefieren la fantasía para homenajear a la ciudad, que, con ellos, se convierte en rasgo de estilo, gracias a "Père-Lachaise" y "Quartier de la Madeleine", respectivamente.
Muchas estrellas se dejan ver por las ventanas abiertas que son estos cuentos parisinos. Algunas están bien aprovechadas (la vis cómica del genial Steve Buscemi, la serenidad de Catalina Sandino Moreno o la dulzura de Juliette Binoche), otras se hacen escasas (el cameo de un gran Gerard Depardieu) o suprimibles (lo insípido del eterno Frodo, Elijah Wood). Pero todas ellas se disuelven en este mosaico inabarcable, regalando brillantez pero dejando ganas de más.
A pesar de un final que pretende convertir en una sola narración lo que son muchas fábulas de origen diverso, la película clama a gritos por un tema único, lo suficientemente universal como para dejar espacio a la originalidad y señas inherentes de los directores invitados. Finalidad que no se logra en un París reflejado en tantos rostros que acaba por parecer desnaturalizado.
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