Se acabó la magia
Por
Carlos Leal
Cuando hace cosa de un año y medio se estrenó en España la cuarta entrega de las aventuras de Harry Potter, ya advertimos que la serie empezaba a dar señales claras de agotamiento y que la rutina iba ganando sitio a la inspiración a pasos agigantados. Ahora, Harry Potter y la Orden del Fénix no hace sino confirmar nuestros presagios más oscuros: la que estaba llamada a ser una de las grandes sagas del cine fantástico del siglo XXI ha quedado reducida a un tedioso espectáculo pirotécnico, una mera sucesión de brillantes efectos digitales encadenados por un guión torpe y falto de enjundia.
Las renuncias de la quinta entrega de Harry Potter se hacen evidentes simplemente fijándose en el equipo técnico. A cargo de la dirección no está, como en las anteriores ocasiones, un cineasta con experiencia y cierto brillo (Chris Columbus, Alfonso Cuarón, Mike Newell) sino el desconocido David Yates, un realizador curtido en la televisión cuyo mayor éxito hasta la fecha es el muy sobrevalorado telefilme "The Girl in the Café". Del mismo modo, el guión ya no es obra del eficiente Steve Kloves (Jóvenes prodigiosos), autor de los libretos de las cuatro entregas anteriores, sino de Michael Goldenberg, cuya experiencia se reduce a las discretas Contact y Peter Pan.
Y cuando uno pone al timón a dos albañiles del cine como Yates y Goldenberg, no le debe sorprender el resultado: una película formalmente correcta pero plana hasta la saciedad, sin la más mínima emoción ni vuelo cinematográfico. Al igual que El cáliz de fuego, esta quinta entrega se recrea desmesuradamente en una mitología autocomplaciente sólo apta para freaks, y los pocos lazos que tiende a la realidad están resueltos desde el tópico más sangrante; por ejemplo, la cacareada historia de amor entre Cho y el bueno de Harry, tan injustificada como cursi. (Por cierto, lo crean o no, después de besarla Harry no vuelve a hablar con Cho en toda la película, haciendo honor a cierto estereotipo masculino poco favorecedor).
En definitiva, Harry Potter y la Orden del Fénix no es más que una carísima ilustración de la quinta novela de la serie de J.K. Rowlings, un producto pensado en exclusiva para los fans (quién si no va a entrar a una película así a estas alturas del partido) y que poco o nada tiene que ofrecer a los no convictos.
Sospecho que de aquí a unos años Harry Potter y la Orden del Fénix se estudiará en todas las escuelas de márketing audiovisual, como ejemplo de que para lograr un taquillazo a escala mundial basta con un producto mediocre y una campaña de comunicación brillante. Pero eso sí, no me cabe ninguna duda de que la película no se estudiará en las escuelas de cine. El cine es otra cosa.
Comparte este texto: 
