Un paso en falso
Por
Pablo Vázquez
Ron Shelton es un tipo simpático. Ex jugador profesional de baseball, ha terminado por escoger el séptimo arte como un deporte más a jornada completa, a fin de ejercer una labor de mercenario todoterreno que, a fuerza de trabajo duro, le ha proporcionado una cierta reputación dentro de la industria, no así con la crítica. Si bien su ascendente más directo pudiera ser Larry Cohen, cuyo talento y coherencia difícilmente podrá igualar, Shelton ya tiene a sus espaldas un buen arsenal de películas deportivas (Los búfalos de Durham, Los blancos no la saben meter, Tin Cup) ante las cuales soy incapaz de fruncir el ceño, y un oficio demostrado en el cine de acción; ahí le tenemos este año haciendo doblete coescribiendo 2 policías rebeldes 2.
Hollywood, departamento de homicidios sin embargo, funciona a duras penas. No digo que en ella no sean localizables ciertos puntos aislados del Shelton que más nos gusta (el de Jugando duro, su mayor logro hasta la fecha): esquinados toques de humor negro, cierto tono ácrata e iconoclasta, una ligera poética del loser, habilidad para combinar el humor más payaso con el espectáculo pactado. Todo esto más el oficio habitual, Lena Olin en sujetador, un par de cameos impagables (¡Lou Diamond Philips travestido!), la aparición de la habitual de su director Lolita Davidovich (una de las mujeres más bellas de la década pasada que ahora empieza a marchitarse con gracia y elegancia) y una pareja protagonista en pleno despliegue histriónico, pueden garantizar, siendo bastante generosos, un rato pasablemente divertido.
Pero no es suficiente. La película ofrece serios problemas de guión, inexcusables en alguien con tanta experiencia: trama central que no interesa, titubeos en la caracterización de los polis protagonistas, nulo conflicto entre ellos, inclusión de tramas inútiles, torpe coordinación entre los diversos elementos manejados y nula progresión del suspense, que convierten la primera hora de metraje en pura narración a la deriva. La redención llega tarde, en forma de una frenética persecución final, divertida y filmada con pulso e inventiva, tanto es así que invita a ser menos exigentes con todo lo anterior.
Película menor, error perdonable en la carrera de un realizador del que esperábamos una trayectoria más ascendente y ambiciosa; una cinta de colegas uniformados algo inferior a la media. Y una de las pocas películas que uno puede ver en cine con el móvil encendido sin miedo a represalias (los que ya la hayan visto me entenderán).
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