Nada en la nevera
Por
Carlos Leal
Todos nos sabemos la historia: un profesor idealista y con ganas de cambiar las cosas llega a una escuela conservadora, en la que prima la tradición por encima de todo. Pronto, sus revolucionarios métodos didácticos y su actitud provocadora chocan con el escepticismo de sus alumnos y con el abierto rechazo de los padres y de la dirección de la escuela; sin embargo, poco a poco el abnegado maestro se va haciendo con un hueco en el corazón de sus alumnos, y al final del curso habrá dejado una huella indeleble en sus vidas.
Todos lo hemos visto antes: películas como El club de los poetas muertos, Profesor Holland, Mentes peligrosas o incluso Poli de guardería de basan en mayor o menor medida en este esquema narrativo básico. Así las cosas, ¿qué puede aportar de nuevo una película como La sonrisa de Mona Lisa? Por lo que se ve, poca cosa, más allá de trasladar la acción a una elitista escuela universitaria para mujeres de los años 50 y de convocar a un plantel de actrices lleno de caras conocidas.
Encabeza el reparto de La sonrisa de Mona Lisa Julia Roberts, que gracias a esta película se ha convertido en la actriz mejor pagada de Hollywood. Y, aunque ciertamente hace un buen trabajo dramático, inflando y desinflando la vena de su frente cada vez que la situación lo requiere, en el fondo uno no termina nunca de creérsela en el papel de una bohemia de Los Ángeles que viaja a Nueva Inglaterra con ganas de cambiar el mundo. A su lado, las jóvenes Kirsten Dunst, Julia Stiles, Maggie Gyllenhaal y Ginnifer Goodwin poco pueden hacer con unos personajes que tienen aproximadamente la misma profundidad dramática que los enanitos de Blancanieves (ya saben: vanidosa, gordita, listilla y desvergonzada).
Con todo, y a pesar de sus muchas debilidades, hay que reconocer que de algún modo la película funciona. La mayor parte del tiempo entretiene, a ratos interesa y el inevitable final lacrimógeno mueve a las lágrimas. Quizás por eso, queda en el aire la duda de hasta dónde podría haber llegado Mike Newell si hubiera contado con un guión menos tópico y más interesante. ¿Quizas la próxima vez?
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