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Shrek Tercero

Título

 Shrek Tercero

Título original
Shrek the Third
Dirección
Chris Miller
Raman Hui
Intérpretes
Mike Myers
Eddie Murphy
Cameron Diaz
Antonio Banderas
Julie Andrews
Año
2007
Guión
William Steig
Andrew Adamson

 

Y vivieron felices, ¿para siempre?

Por Ana Rodríguez García

La fórmula para toda la familia ha demostrado ser la más rentable en taquilla, copando con títulos tales como Harry Potter o Shrek (ambas del 2001) las listas de las películas con más recaudación de la historia del cine. Filmes diseñados para atraer simultáneamente a las salas de cine a toda clase de perfiles de espectador dispuestos al consumo rápido de productos de entretenimiento, sin más pretensiones que aliviar entre palomitas los a veces sofocantes tiempos muertos de la temporada estival. A falta de vacaciones navideñas de por medio, los cines hacen su agosto, valga la redundancia, gracias a filmes como el que nos ocupa.

Shrek Tercero (2007) es la última entrega hasta la fecha de las peripecias de este popular antihéroe de la animación digital, acompañado de su esperpéntica cohorte de seguidores, como el cargante Asno charlatán, o el Gato con Botas (impagable el hallazgo cómico que aporta la vena andaluza de la voz de Antonio Banderas). Como los hobbits de Tolkien, este ogro verde sólo aspira a disfrutar de una existencia tranquila y apartada de problemas mundanos en un hogar del que, mal que le pese, parece que todos se han empeñado en alejarle.

La originalidad de esta propuesta residía, precisamente, en la pretensión de ir más allá de un planteamiento tan clásico como el anteriormente expuesto gracias a un sentido del humor un tanto irreverente, que carecía de la ñoñería asociada al producto meramente infantil del tándem Disney-Pixar. A excepción quizá de la primera entrega de Toy Story y sobre todo, de Monstruos S.A. y la reciente Los Increíbles, enormemente complejas. Sin embargo, con Shrek, Dreamworks supo aunar, tal vez con más acierto, los intereses de millones de espectadores de diversas generaciones, que se decantaron por la parodia ligeramente irreverente de las correctísimas propuestas de Disney. Porque por todos es sabido que los chistes escatológicos son exitosos universalmente, sobre todo entre el público infantil y un sector no tan exigente del público adulto (véase el efecto de carcajada infalible de un buen cacapedoculopís). También hay en Shrek Tercero múltiples y evidentes guiños cinéfilos, e incluso algunas (pocas) referencias semiencubiertas a temas tan de mayores como el sexo o las drogas, que captarán casi exclusivamente la atención de los adultos.

Pero cuando la segunda parte anunció en su momento ciertas muestras de agotamiento, bien podría haberse dado por terminada la saga tras esta más bien prescindible tercera parte, a la que se puede acusar sin reservas de haber perdido por completo la frescura inicial que hizo disfrutar del mismo cuento a niños y a adultos, fueran éstos padres o no. Los ejecutivos de Dreamworks planean explotar a la gallina de los huevos de oro indefinidamente, como suele suceder con los malos de los cuentos, avariciosos ellos. Habrá una cuarta parte, y a menos que la falta de recursos seque por fin la imaginación de los guionistas, los personajes de turno se verán, película tras película, obligados a ser felices y comer perdices por siempre jamás en un bucle infinito, sin posibilidad de redención.

A propósito de los happy ending inherentes al género, más aún tratándose de una película diseñada en primer término para niños, resulta interesante echar un vistazo a la evolución de la desenfadada moraleja (aunque por lo superficial, sería mejor denominarla moralina) de la historia. Si en la anterior entrega, el mensaje nos remitía directamente al de una edulcoradísima Bella que proclamaba que la belleza está en el interior, en esta ocasión se potencia ante todo la idea de familia. La familia entendida como pilar fundamental de una sociedad que aspira en todo momento a la sublimación del american dream. O lo que es lo mismo, que es necesario creer en uno mismo para que los demás puedan hacer lo propio, clave teórica para cualquier aspiración de ascenso en la escala social. Cualquier cosa vale con tal de no ser considerado un perdedor. Una idea peligrosa para las influenciables masas en manos del malvado príncipe azul de anuncio de champú o en las de cualquier mente manipuladora que se precie, que de eso saben bastante los políticos norteamericanos.

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