El optimismo, ja, ja
Por
Penélope Coronado
Optimismo: Propensión a
ver o esperar lo mejor de las cosas.
El amor, la
suerte, el odio, la enfermedad, la guerra, la soledad, el azar, la muerte.
Todo cineasta posee su tema o temas recurrentes. El tema de Goran Paskaljevic
nunca ha sido el optimismo. El director de El polvorín es bastante
propenso a ver o esperar lo peor de las cosas. Sus personajes, destinados
al fracaso, suelen habitar en la desesperanza: Sueño de una noche
de invierno, su último trabajo hasta la fecha, parecía en principio
un relato optimista pero finalmente el odio y la crueldad humanas conseguían
destruirlo todo; Colm Meaney en Cómo Harry se convirtió en árbol
también destruía todo a su alrededor con tal de consagrar su vida
a la venganza. El director serbio parece un firme defensor del corolario
el hombre es un lobo para el hombre. Por eso a priori lo que más llama
la atención de su último trabajo es el recochineo del título.
Empieza
Optimistas prácticamente apocalíptica –con reminiscencias a
Haneke, otro defensor del mismo colorario, véase El tiempo del lobo–,
en un barracón donde se hacinan los habitantes de un pueblo devastado
por un temporal. Consigue llevarles la esperanza un hombre –Lazar
Ristovski, prolífico actor de estas latitudes: Underground,
Sueño de una noche de invierno, El polvorín–, que pretende acabar
con el desoptimismo reinante hipnotizando a los allí hacinados: al
despertar de la hipnosis, asegura, lo verán todo con más optimismo,
si se pierde el ánimo se pierde todo. Algunos desconfían, le acusan
inmediatamente de ladrón porque ha desparecido una cartera y porque
no tiene sentido que nadie quiera llevar la felicidad a los demás sin
pedir nada a cambio.
Acaba esta
primera historia, demostrándose la inocencia del supuesto impostor,
y tras asistir a una violación injusta, narrada en primeros planos,
volvemos a ver a Lazar Ristovski: esta vez en el papel de padre ofendido
que va a tener que tragarse sus principios ante el violador y cacique.
El filme se define entonces como sucesión de relatos –cinco en total–
que giran en torno a la infamia, la desdicha, el trastorno y la fe.
Se suceden uno tras otro como bofetadas, son historias que reclaman
optimismo dentro de un contexto caótico y decrépito; en lo fílmico
Paskaljevic circunscribe su encuadre a los primeros planos, la película
es principalmente interpretación. Asistimos en cada relato a las metamorfosis
de Lazar Ristovski, en uno de los casos difunto que ha llenado de rencor
a su hijo. Para cerrar el filme, Paskaljevic elige la historia del (verdadero)
impostor, el inmoral que le roba las esperanzas a una trouppe de enfermos,
de nuevo Lazar Ristovski completamente otra persona, charlatán, estilizado
y de traje, merecido su premio a la mejor interpretación en esta recién
pasada Seminci; pero la fe consigue hacerles creer que embadurnarse
en un lodazal va a librarles de sus males. En definitiva el filme es
una saga en torno a las connotaciones del optimismo y el desoptimismo.
Comparte este texto: