Beethoven sin emoción

Por David Sanz

Es arriesgado rodar una película sobre un genio. La personalidad de éste puede eclipsar el valor del film. La directora polaca Agnieszka Holland se ha enfrentado al reto. Para dar vida al genio ha contado con Ed Harris, un actor que siempre nos ha brindado excelentes interpretaciones como el maquiavélico productor televisivo de El show de Truman, el atormentado poeta de Las horas o, más recientemente, el también atormentado pintor en Pollock. Y, una vez más, Ed Harris no defrauda en el papel de Ludwig van Beethoven. Pero, aun contando con un excelente actor, Copying Beethoven resulta sólo una película correcta, sin más, bien realizada, pero que no emociona.

La película se centra en la relación de Beethoven con su joven y bella copista, quien se pone a sus órdenes para transcribir la Novena Sinfonía. Estamos, pues, en la época en que Beethoven había conseguido el reconocimiento público y se había convertido en una celebridad. Aparece también en la trama un joven sobrino del músico que se aprovecha de la adoración que siente por él su tío para conseguir el dinero que necesita para sus deudas de juego. Por último, también asistimos al conflicto de la copista, dada su condición de mujer, entre seguir luchando, enfrentándose a la sociedad de la época, por componer o darse por vencida, abandonarlo todo y llevar una vida tranquila en el convento donde la acogen. Ninguna de estas tres tramas, las tres con grandes posibilidades dramáticas, logra influír en el ánimo del espectador. Todo es plano, sin interés. Sí hay momentos en los que hay emoción, y mucha, pero no nos dejemos engañar: la causante de esa emoción es la música del genio alemán, no la película.

Diane Kruger interpreta a la ayudante del músico y lo hace meritoriamente (al igual que el resto del reparto), más aún si pensamos que podía quedar empequeñecida por el trabajo de Harris. La ambientación, el vestuario, la puesta en escena... todos los elementos del film son buenos trabajos. Pero, aun así, se abandona la sala de cine sin compartir mínimamente los sentimientos de los personajes.

Entonces, sólo queda llegar a casa, ponerse cómodo y sentarse a escuchar algún disco de Beethoven y comprobar que, a veces, una sinfonía o una sonata para piano puede agitarte el interior mucho más que una película.

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