Amago de parodia sin gracia
Por
Carlos Aguilar Sambricio
L.A. Confidential es una gran película. Basada en un libro del maestro de la novela negra James Ellroy, se trata de una modélica adaptación y de un magnífico representante del género que se puede codear con las joyas que se produjeron en los años 40 y 50. A la hora de afrontar el visionado de esta otra adaptación del autor, las odiosas comparaciones acechaban para atormentar a De Palma. Sin embargo, no ha sido así. La dalia negra ni siquiera puede tener el honor de ser comparada con ella. Es tan fallida como una película puede serlo.
En medio de ninguna parte, guionista y director se detienen demasiado en el antes del asesinato y en unos sosos triángulos amorosos y no ofrecen el más mínimo respeto hacia el espectador a la hora de resolver la trama, o al menos desarrollarla. El guión no enfoca el verdadero punto interesante de la historia, esto es, Elizabeth Short, el lado oscuro del sueño americano, y la obsesión con su muerte. Ni tampoco la atmósfera de Los Angeles o del cine negro.
Por no haber, uno no encuentra ni secuencias cinemáticas al más puro estilo De Palma. Sólo un par de movimientos de cámara te hacen recordar viejos tiempos. Se puede oler el tufillo de lo que es su estilo pomposo y campy pero es sólo una ligera sensación que, al no llevarse hasta sus últimas consecuencias, no hace más que molestar. Es una especie de amago de parodia sin gracia.
Sólo en contadas ocasiones y, sobre todo, en la secuencia final en la que se nos explica la verdad se puede ver lo que es artificio afectado puro y duro. Pero se trata de un despropósito, de una caricatura que no viene a cuento. Quiero entender que De Palma no quería imprimir seriedad al asunto pero ese tono no casa en absoluto con Ellroy. Su intento parece más una paupérrima mezcla entre película y novela gráfica pulp de tercera clase.
La primera regla del guionista, y a la que Josh Friedman parece no dar ninguna importancia, es establecer unos protagonistas con un objetivo y motivaciones. La dalia negra falla, entre otras cosas, ahí. No sabemos lo que mueve a los protagonistas ni lo que buscan. Todo es un enorme lío de interacciones sin sentido. Si al menos tuviera la décima parte del atractivo de la incoherente pero maravillosa El sueño eterno...
No hay misterio, no hay pasión. En definitiva, no hay sentimientos. Afortunadamente, tampoco se apodera de nosotros el del aburrimiento. Posiblemente, es un efecto colateral del error de intentar abarcar casi todas las subtramas de la novela. Al pasar de un lado a otro con tal celeridad y poco acierto, no hay tiempo para la modorra.
Me quedo, al menos, con las impresionantes escenas de Mia Kirshner y con el envoltorio que proveen, especialmente, Dante Ferreti y Mark Isham. Por lo demás, es sólo un producto mediocre que, incluso para un amante al género como yo, es difícil de redimir.
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