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Banderas de nuestros padres

Título

 Banderas de nuestros padres

Título original
Flags of Our Fathers
Dirección
Clint Eastwood
Intérpretes
Ryan Phillippe
Jesse Bradford
Adam Beach
John Benjamin Hickey
John Slattery
Año
2006
Guión
William Broyles Jr.
Paul Haggis

 

Historia de una foto

Por Carlos Aguilar Sambricio

Unos soldados están subiendo una colina. La noche es oscura y el ruido de las explosiones ensordecedor. Los chicos alcanzan la cima e izan una bandera. Se encienden las luces y se observan fuegos artificiales. Un gran estadio les aclama. Y ellos, los héroes, saludan.

Las imágenes nos engañan. Y los que las utilizan como medio de propaganda lo saben. La foto oportuna puede cambiar el curso de los acontecimientos. Puede levantar la moral de un pueblo. Puede trastocar nuestras ideas sobre la realidad. Puede hacer dinero. De eso va lo nuevo de Clint Eastwood, Banderas de nuestros padres.

Habrá quien despache el filme con un simple “yo esto ya lo vi en Salvar al soldado Ryan”. Y lo cierto es que el hecho de que haya un desembarco y de que la fotografía adquiera un tono desaturado hace la comparación sumamente fácil, aunque injusta.

Si bien adolece de falta de frescura por ese motivo y, por momentos, parece demasiado forzada, no se puede obviar el poderoso trabajo con la cámara de Clint y el director de fotografía, así como el magnífico sentido del ritmo a través del montaje. Pocos cineastas pueden filmar tan bien y añadir, a su vez, una carga emocional y un comentario certero que te haga pensar, lo cual la eleva muy por encima de la insípida película con la que se la compara.

Y es que es la estructura de Banderas de nuestros padres y su reflexión sobre el concepto de la heroicidad lo que hace de ella una estimulante y especial película. El guión de Haggis y Broyles Jr. está meticulosamente construido, hilando muy fino para narrar una historia relacionando diferentes segmentos temporales.

Eastwood, sin embargo, cometió un error y eso es lo que hace que la película no vaya a tener la acogida que se merece. Abordó de manera equivocada las escenas de guerra. Al empezar la película –y en determinados momentos-, sin embargo, da en el clavo de lo que debían haber sido. El ambiente es tenebroso. Apenas se distinguen las formas. Sólo vemos personas en medio de la nada, del terror, de la niebla. Ese enfoque visual era el acertado, el convertir el recuerdo de la guerra en pesadilla existencial, en un hondo agujero negro y confuso.

Pero yo me quedo con lo mucho que ofrece. Los farsantes/héroes son utilizados en beneficio de todos. Los que los manejan tienen argumentos convincentes para hacer insignificante el hecho de que todo sea una gran mentira. De este modo, los chicos aceptan con mejor gana formar parte de una campaña a gran escala para recaudar fondos para la guerra. Es esa compleja trama moral, ésa que nos hace replantearnos hasta qué punto mentira y verdad se pueden colocar en el lado del bien o del mal, lo que destaca.

Dicen en política que lo importante es salir en la foto. Pues bien, a veces no hace falta salir en ella. Sólo basta convencer al resto de que apareces y llevarte los honores. Los héroes son ilusiones, son sueños, y no hay mejor herramienta para fabricarlos, falsos o no, que la imagen, ese instrumento de pseudo-realidad que el mundo tiene por veraz.

A riesgo de llevar la contraria al mensaje del filme, con el cual estoy de acuerdo, me rindo de nuevo ante Clint Eastwood. Él es el mito. Él es el héroe.

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