Miserias de clase acomodada
Por
David Sanz
No es raro encontrar en nuestras pantallas un cine social que denuncia, o al menos muestra, cómo las condiciones de pobreza o de pertenencia a una clase social poco favorecida son las causantes de la desfragmentación familiar, de la inadaptabilidad a la sociedad. Ken Loach o Fernando León son claros ejemplos de cineastas que realizan este tipo de cine. Pero, como se suele decir, los ricos también lloran. Y, cuando un relato así tiene como protagonista a una familia de clase media-alta, bien por la imposibilidad de culpar a factores externos, o bien por sentirlo más cercano a nosotros mismos, la historia resulta terrible.
Precisamente esa miseria de la clase acomodada neoyorkina (y, por ende, occidental) es la que nos descubre Noah Baumbach con Una historia de Brooklyn, increíble traducción de la que literalmente sería El calamar y la ballena. Apoyado en un excelente reparto que encabezan Jeff Daniels y Laura Linney, el film disecciona a una familia intelectual de clase alta que vive en el centro de Nueva York en los años ochenta (padre, madre, dos hijos) y cómo, a causa de la separación de los cónyuges, salen a la luz todos los rencores pasados, todos los miedos ocultos, todas las envidias no reconocidas. Y, al tratarse de una familia educada, culta, una familia que se destroza sin un solo grito, una familia en la que todo es tan asépticamente emocional, al cabo, resulta aterrador e inquietante.
Noah Baumbach ha optado por una concepción visual sencilla: iluminación natural, cercana al documental, y uso de cámara al hombro, al estilo Dogma. Una elección visual muy apropiada para que la historia nos resulte cercana. Con una mezcla del cine más neoyorkino y serio de Woody Allen y de unos personajes dignos de Cassavetes, Una historia de Brooklyn se adentra en lo más recóndito, en lo más oscuro del alma humana, para mostrar, en definitiva, una sociedad enferma. Una película cruda que, sin embargo, se completa y se aligera con una pizca de humor absurdo.
El reparto, secundando las grandes interpretaciones que nos ofrecen Daniels y Linney, se completa con Anna Paquin, William Baldwin (actuación minimalista y acertadísima repitiendo la misma frase manida en todas sus intervenciones), el adolescente Jesse Eisenberg y el niño Owen Kline.
La película ofrece, además, secuencias memorables, como la entrevista del hijo adolescente con el psiquatra del colegio o las ocurrencias seminales del hijo pequeño.
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