La pelota en el tejado
Por
Juan Antonio Bermúdez
Cuatro historias en cuatro ciudades europeas,
habladas hasta en ocho idiomas y protagonizadas por un grupo de personajes
bien perfilados en general. Y el fútbol como fondo pintoresco pero
significativo de los pequeños traspiés y confusiones interculturales
propios de una Europa que hoy debe entenderse sobre todo como encrucijada.
Esa es la propuesta de Galatasaray-Depor,
a priori quizá prometedora incluso para los que reducen al fútbol
a aquella castiza y despectiva fórmula de los “veintidós individuos
en gallumbos detrás de una bola de cuero”. Pero la elección de contar
las historias de manera sucesiva y autónoma, como cuatro episodios
absolutamente independientes, ya limita de alguna forma el interés
de la película. El resultado son cuatro cortos irregulares, con varias
situaciones redundantes y con más gancho en la anécdota narrativa
que guardan sus guiones que en el despliegue que concluye en la pantalla.
Tres de estas cuatro historias (las que
transcurren en Moscú, Estambul y Santiago de Compostela) tienen por
lo menos la gracia de la fábula eficaz. Reciclan la materia de algunos
tópicos, al derecho y al revés. Juegan sobre un césped machacado
(la pequeña delincuencia, la hospitalidad, la ingenuidad del turista
o la picardía del superviviente) para llevar la pelota a un área en
la que se disputa un partido más interesante: el de los accidentes
cotidianos de la comunicación, el de la hipocresía burocrática, el
de la verdad y la mentira decretadas por una cámara de vídeo.
La cuarta y última historia, la que
sucede en Berlín, queda como una prótesis descolgada, mal hilvanada
desde el guión más flojo y apenas justificada por la necesidad de
sumar minutos al largometraje y por la ofrenda del director a la que
parece su ciudad fetiche.
El fútbol pasa muy al fondo en todas,
con mucho menos peso del que prometen el título y la promoción de
la película y, lo que es peor, con la sensación de haber desaprovechado
bastante su potencia simbólica. Y el conjunto deja así una cierta
sombra de decepción en los ojos. Algo parecido a aquello que ocurre
cuando se juega al fútbol en la calle y en un tiro alto la pelota queda
suspendida en el tejado.
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