Damien ya no da miedo
Por
David Sanz
Las originales mentes pensantes de Hollywood han esperado que llegue el seis de junio del año dos mil seis para ofrecernos este remake de La Profecía, anteriormente protagonizada por Gregory Peck y Lee Remick. Quizá, si hubieran obligado a las salas de cine, continuando con esa línea de marketing, a exhibir la película en la sala seis, a las seis y seis horas, tendría algo de intriga ver esta copia de la original. Quizá el espectador de la fila seis, butaca seis, habría estado en tensión, si no por el film en sí, por todas las inquietantes señales que lo hubieran rodeado.
Sin embargo, todo se ha quedado en que la fecha de estreno coincidía con el número de la bestia. Así que lo único que vemos es una película copia calcada de la original. Sólo que peor rodada, sin ritmo, mal interpretada (a pesar de contar con dos excelentes actores en papeles secundarios: Mia Farrow y Pete Postlethwaite), sin tensión, sin suspense, en definitiva, aburrida. Claro que hay alguna adaptación a los tiempos actuales. No en vano han pasado unos cuantos años y el Mundo es diferente (¿?). Por ejemplo, la supremacía del Sacro Imperio Romano que se advierte en el Apocalipsis corresponde, según la nueva interpretación, al Tratado de Roma, donde se inició la formación de la Unión Europea. Y poco más. Incluso el pequeño Demian es un calco del anterior film y trata de inquietar con sus bonitos ojos azules, el corte de pelo a cazón y pronunciando apenas unas pocas palabras en las casi dos horas que dura la película. Pero, como en el resto, en esto la película también fracasa.
Los jóvenes espectadores que no hayan tenido la oportunidad de ver la original quizá se vean sorprendidos por esta nueva versión. Aunque lo dudo. No sorprenden las señales que anuncian la venida del Anticristo, ni los siervos que ayudan y mueren por Demian; no sorprenden los diabólicos perros que le protegen, ni las muertes de las personas que tratan de impedir la vuelta del Diablo al mundo. Nada sorprende en esta historia totalmente predecible de principio a fin.
Si es difícil que nos llegue algo nuevo del cine comercial estadounidense, más difícil aún es que nos llegue algo nuevo de un remake de otra película que, por otra parte, tuvo en su tiempo su éxito y su valor. Si la nueva versión no se moderniza de algún modo, si no se adapta a los nuevos tiempos socio-políticos o a la nueva educación audiovisual de los espectadores, ¿para qué volver a hacer una película que ya está hecha? A los que vimos la original, no nos aporta nada nuevo; y los espectadores de menor edad merecen algo más que un par de sobresaltos en el cine causados por un subida brutal del volumen de sonido.
El cine parece ser el único arte en el que una versión exactamente igual al original se denomina remake. En el resto de las artes, se llama habitualmente copia o falsificación.
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