Vivir Guantánamo para contarlo
Por
David Sanz
Acompañan
a la presentación de Camino a Guantánamo tres de los verdaderos
protagonistas de esta historia. El cuarto se encuentra desaparecido
o muerto. Los tres que sobrevivieron son conocidos como “Los tres
de Lipton”, tres jóvenes ingleses de procedencia pakistaní que fueron
encarcelados injustamente durante casi tres años. Ahora, liberados
de aquel infierno, promocionan la película con una fidelidad propia
de estrellas de Hollywood porque piensan que la única forma de combatir
esta injusticia es informando al mundo entero.
Camino
a Guantánamo cuenta la historia de estos jóvenes. Y es una reconstrucción
tan real que podría confundirse con un documental. Para evitar esa
confusión, la película alterna las entrevistas hechas a los protagonistas
con la narración ficcionada de los hechos que cuentan. Cuatro jóvenes
ingleses viajan a Pakistán, de donde proceden sus familias, para asistir
a la boda de uno de ellos. Antes de la ceremonia, se aventuran a cruzar
la frontera y entran en Afganistán días antes de la caída del régimen
talibán. Esta decisón fatal les conduce a una injusta detención,
al encarcelamiento y a torturas consentidas por gobiernos mal llamados
democráticos.
Ganadora del Oso de Plata a la Mejor Dirección en Berlín, la película
logra meternos en la piel de los protagonistas sin caer en la falsa
denuncia, en la exageración de los hechos o en el sentimentalismo:
simplemente cuenta lo que ocurrió desde la perspectiva de quienes los
vivieron. Y, como ellos mismos afirman, se sienten unos privilegiados
al ser los que sufrieron las torturas más leves.
Ninguno
de los gobiernos responsables de su horrible experiencia se ha disculpado
oficialmente por lo ocurrido.
En
definitiva, Winterbotton y Whitecross consiguen apasionar y conmover
con esta historia real, sin olvidar la necesaria tensión dramática
que debe enganchar al espectador, conduciéndonos con gran maestría
por una primera parte donde los protagonistas llegan a una situación
de pesadilla, al modo de Hithcock (otro británico) en Con la muerte
en los talones, y mostrando sin tapujos, en la segunda parte, las
horribles torturas que sufrieron como prisioneros, como ya hiciera Alan
Parker (un británico más) en El Expreso de Medianoche. Sólo
que esta vez los occidentales son los torturadores y los musulmanes
los torturados.
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