Atrápame si puedes

Por Ana Rodríguez García

Once años después de sorprendernos con la brillante jugada maestra del psicópata John Doe en Se7en, David Fincher vuelve a dar de lleno en el blanco con este thriller basado en los hechos reales de otro popular asesino aficionado a los enigmas, el mismo que en la década de los setenta sembró el terror a lo largo de la dorada costa de San Francisco.

Los quince minutos de fama que en su día un visionario Andy Warhol vaticinaba que cualquiera podría obtener en su vida gracias a los medios de comunicación, se prolongan hiperbólicamente en Zodiac a lo largo de más de diez años. Una década durante la cual el público siguió con desigual interés las macabras ocurrencias de un asesino ególatra que, con tal de acaparar las primeras planas de los periódicos, fue capaz incluso de adjudicarse la autoría de crímenes que no había cometido. Se convirtió así en la víctima de un molesto virus que, como también ocurre hoy día, infectaba sin excepción los medios de comunicación de la época: el ansia de repercusión mediática a cualquier precio.

Zodiac plantea una reflexión con cierto carácter satírico acerca de la atracción morbosa que encontramos en aquello que nos produce temor o que nos repele, germen de un amarillismo que, si no nos andamos con cuidado, en ocasiones puede terminar por obsesionarnos. Tal es el caso de Robert Graysmith (Jake Gyllenhaal), autor de un bestseller al que consagró toda una vida, el seguimiento exhaustivo del psicópata a partir de las cartas que éste dirigió al periódico para el que el propio Graysmith trabajaba.

Cartas que conducen a pistas falsas, que no sólo confunden repetidamente al espectador, sino que también fastidian al investigador, ansioso y tenso como un perro de caza que intuye la cercanía de su presa. A lo largo de algo más de dos horas y media de metraje, Fincher nos maneja a su antojo entre criptogramas indescifrables para no iniciados, informes policiales contradictorios o chivatazos no oficiales que desvían el camino de un caso que treinta y tantos años después aún continúa abierto. Porque Zodiac es también una metáfora de la frustración, de la cárcel burocrática que en ocasiones impide que una investigación, por más cerca que esté de su meta, llegue a buen puerto. Como bien reza el slogan promocional del filme, “hay más de una manera de perder la vida en manos de un asesino”.

En esta circunstancia se sitúa personaje de un excepcional Mark Ruffalo, el inspector Dave Toschi, quien inspiró personajes tan emblemáticos para el género policiaco como el Bullitt de McQueen o el sucio Harry de Eastwood tras la pista de un Scorpio construido a semejanza de Zodiac. En su búsqueda, a Toschi le acompañan un más que correcto Jake Gyllenhaal, que recupera la inocente pero inquietante apariencia de Donnie Darko, y el siempre sobreactuado Robert Downey Jr, perfecto para su caracterización del excéntrico periodista Paul Avery. Completan el acertado reparto Anthony Edwards, John Carroll Lynch y una tal vez desaprovechada Chloë Sevigny.

Si bien Fincher es conocido por lo arriesgado e innovador del tratamiento de la imagen digital en su obra, en Zodiac el realizador prescinde parcialmente de la espectacularidad audiovisual de la que hacía gala en, sin ir más lejos, la arrebatadora pesadilla de El club de la lucha, también presente en la no menos oscura Se7en. Pero sólo parcialmente, porque a pesar de esta contención, sus seguidores reconocerán con entusiasmo algunos planos que indiscutiblemente resultan marca de la casa. La vuelta de tuerca que ha llevado a algunos a preguntarse si el realizador reniega de sus orígenes en el mundo del videoclip y de la publicidad, no es más que la simplificación de la puesta en escena hasta unos límites desconocidos hasta la fecha en su filmografía. Tras la insípida La habitación del pánico, mucho más convencional en planteamientos pero con una estética de incontestable manufactura autoral, en esta ocasión Fincher se sirve de numerosos recursos expresivos condensados en unos pocos elementos imprescindibles, y es capaz de demostrar al más escéptico su innegable talento para la dirección, subrayado especialmente en la secuencia del sótano. Pura tensión dramática, sencilla, pero innegablemente efectiva. El Hollywood más clásico en manos de uno de sus más originales renovadores.

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