Apatía y lugares comunes en Miami
Por
Carlos Aguilar Sambricio
Es cierto que no entré en la sala de cine con la intención de encontrarme una joya pero, viniendo de un director del talento de Michael Mann, tenía la esperanza de ver algo más que el sólido pero rutinario trabajo de alguien que parece que esté presentando una obra de encargo.
Antes de entrar en el cine, los asistentes probablemente temerán encontrarse con una adaptación desfasada de una serie que estaba muy anclada al look ochentero. Sin embargo, el problema no radica ahí. De hecho, el look moderno y nocturno que le otorga Mann es estimable.
La anterior película de Mann, Collateral, poseía una orgánica fuerza y una tensión dramática que ayudaban a elevarla a un nivel ciertamente alto. Aquí se echa en falta ese sentimiento empático hacia la película y sus personajes. No es que los actores hagan un mal trabajo pero es que el material con el que trabajan no da para mucho.
La película en sí no aporta nada al género. Pasa por ser uno de los thrillers más convencionales y menos sorprendentes con los que me he topado en mucho tiempo. Todo está muy visto. Mann lo reviste con un atractivo envoltorio visual y quizás esa obsesión con la imagen facilita que siga viéndole como un director que acierta y falla a partes iguales.
Así todo, y aunque sigo preguntándome cuál era el propósito de Mann para adaptar la serie, la película resulta ser un entretenimiento aceptable a pesar de sus constantes lugares comunes, quizás debido a la manifiesta destreza tras la cámara de Mann y a que, si bien el guión es de lo más soso que uno pueda encontrarse, está escrito de manera concisa y llevado a la pantalla con un adecuado pulso narrativo.
Lejos de ser destacable en su conjunto, la película nos brinda una sensacional secuencia de acción final, marca de la casa. Lástima que por entonces ya no nos importen en absoluto los personajes ni la historia.
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