Hasta siempre, Mr. Berlanga
La muerte de Luis García Berlanga deja huérfano al cine español de uno de sus creadores fundamentales.
Carlos Leal
Ninguno de los textos que se han escrito, se escriben y se escribirán en estos días puede hacer justicia al valor de la obra cinematográfica de Luis García Berlanga. Aún así, los escribimos con la esperanza de que todos ellos en su conjunto permitan atisbar las dimensiones del tremendo vacío que su pérdida deja tras de sí en el cine español.
Las necrológicas repiten machaconamente que Berlanga es, junto a Luis Buñuel, el director más importante de la historia del cine español. La comparación no me parece particularmente afortunada. Luis Buñuel es un director universal, con una contribución crucial a la filmografía de al menos tres países, y es objeto de reconocimiento y veneración unánime. En cambio, Luis García Berlanga fue, durante cuarenta años, la mejor cara de un cine genuinamente español.
Junto a Rafael Azcona, Berlanga descubrió un tipo de cine que es a la vez popular y artísticamente significativo, que hunde sus raíces en la fructífera tradición del esperpento patrio pero no está exento de cariño hacia sus personajes, que elude un discurso político explícito pero aborda sin titubear cuestiones sociales trascendentes, esquivando con inteligencia la censura del régimen franquista.
Desde sus primeros trabajos con Juan Antonio Bardem allá por 1953 -Esa pareja feliz y Bienvenido Mr. Marshall- hasta París Tombuctú (1999) se extiende una trayectoria brillante que incluye títulos tan importantes como Los jueves, milagro (1957), Plácido (1961), El verdugo (1963), Tamaño natural (1974), La escopeta nacional (1978) o La vaquilla (1985).
Sólo el marcado caracter español de sus películas puede explicar que su figura no tenga hoy la trascendencia internacional que merece. Con todo, Berlanga fue un asiduo de los principales certámenes internacionales: participó cuatro veces en la Sección Oficial del Festival de Cannes, que reconoció con un premio su Bienvenido Mr. Marshall, y una en la Mostra de Venecia, donde ganó el premio FIPRESCI de la crítica con El verdugo, y estuvo nominado al Óscar a la mejor película de habla no inglesa por Plácido. En España también recibió honores como el Premio Nacional de Cinematografía en 1981, la Medalla de Oro de Bellas Artes (1983) o el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (1986).
Berlanga abandonó el cine en 1999 con París Tombuctú, en la que recuperaba a su álter ego cinematográfico Michel Piccoli 25 años después de Tamaño natural. Con todo, se permitió coger la cámara una última vez en el año 2002, para filmar el sueño de aquella maestra de Bienvenido Mr. Marshall que la censura le impidió rodar cincuenta años atrás. La pieza (autodenominada "falla" por su creador, que insistía en seguir retirado) redondea la obra de un creador imprescindible.
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