Segunda crónica: De Francis Ford Coppola a Park Chan-wook
Jaume Balagueró filma en Mientras duermes su película más completa, turbadora y sugerente
Javier Pulido
Emergo
(Carles Torrens)
Emergo narra la
visita de un equipo de parapsicólogos a un piso en el que se suceden
episodios de corte sobrenatural. Una línea argumental que situaría
la película de Torrens a medio camino entre el subgénero de casas
encantadas de la escuela Postergeits y el libro de estilo de
la saga Paranormal activity, porque todo se nos muestra de forma
subjetiva a través de las cámaras instaladas en la casa. Pero eso
sería un juicio bastante apresurado. El habilísimo guión de Rodrigo
Cortés conecta la jerga y parafernalia científica del equipo de investigadores
con la indagación psicológica en las lagunas emocionales de un padre
viudo devastado por sus demonios internos, en una progresión gobernada
por un sense of wonder que funciona como un preciso mecanismo
de reloj. Emergo brinda buenos sustos y bien repartidos, al tiempo
que apela a la inteligencia (también emocional) del espectador. Es
tan sólida la propuesta que ni algún momento gratuito de última hora
es capaz de empañarla.
Kotoko (Shin'ya
Tsukamoto)
Una de las películas
más inclasificables y personales proyectadas en el Festival de Sitges.
Tsukamoto se vale de la azorada personalidad de la muchacha protagonista,
aquejada de esquizofrenia, para variar constantemente el tono de su
propuesta, desde el melodrama más puro hasta la comedia surrealista.
Es la misma excusa que le permite mover la cámara de forma caótica
y atropellada. Es este un relato de obsesiones y malos rollos que conecta
con títulos del director como Vital y hasta nos hace olvidar
algunos de sus últimos disparates, como la saga Nightmare detective.
Instalado en este magma caótico, Kotoko es capaz de incorporar elementos
de humor hasta en los momentos en que Kotoko se automutila con cuchillas
o lastima hasta dejarlo irreconocible a su devoto amante Lo que no cuela
son los momentos gratuitos dedicados a mayor gloria de la protagonista,
la cantante Cocco, que incluyen diez insufribles minutos de gorgoritos
a capella en primer plano.
Night Fishing
(Park Chan-Wook)
En la nueva producción
de Park Chan-Wook el qué y el cómo son igualmente importantes. Y es
que el director de la trilogía de la venganza ha rodado los 30 minutos
de este mediometraje con su iPhone 4, desde la fotografía de la película,
que incluye diversas texturas, hasta la búsqueda de localizaciones,
convirtiendo un dispositivo de última generación en un medio para
narrar historias. Otra cosa es que nos conquiste esta historia coreana
de fantasmas que comienza evocando el espíritu de Los cuentos de
la luna pálida de agosto, con una fotografía en blanco y negro
sugerente y etérea, para luego trazar un puente mucho menos sugerente
entre el mundo de los vivos y los muertos.
Mientras duermes
(Jaume Balagueró)
Nos convence mucho más
el cine de Balagueró cuando parte de elementos de la cotidianeidad
para adentrarse en el terreno del fantástico que cuando recurre a montajes
efectistas para disimular lagunas de guión. Dicho lo cual, estamos
ante la que creemos su película más completa, turbadora y sugerente.
Mientras duermes es un thriller con aroma a Hitchcock, sí, pero
también al Álex de la Iglesia de La comunidad y los mejores
momentos de Crimen ferpecto. Balagueró juega aquí con cartas
ganadoras: un villano memorable (excelente Luis Tosar) que consigue
la pirueta imposible de que el espectador se identifique con su execrable
modelo de conducta, un desarrollo argumental que se tuerce y retuerce
sin perder fuerza ni credibilidad y una ejemplar galería de esforzados
personajes corales. El engranaje de estos elementos, unido a un fantástico
diseño de producción y montaje, dan pie a una trepidante fábula amoral
de desarrollo impecable y implacable, que se pasa en un suspiro y a
la que se hace difícil encontrar algún pero.
Twixt (Francis
Ford Coppola)
Lo nuevo de Coppola,
de nuevo cómodamente instalado en el cine de guerrilla, es una historia
de fantasmas. Los propios fantasmas del director, que trata en vano
de exorcizar su dolor por el hijo perdido, pero también la rabia ante
una industria que trata de encasillar y anular el esfuerzo creativo
del autor. Coppola es el Hall Baltimore de esta historia, un escritor
que conoció tiempos mejores y que viaja a un pueblo ignoto en busca
de la inspiración perdida. Si se quiere, una versión de bajo presupuesto
de En la boca del miedo de Carpenter. Intenciones muy loables,
que corren el riesgo de pasar desapercibidas en la envoltura de serie
B que rodea Twixt: un improbable episodio de Twilight zone
que también encajaría en la añorada colección Masters of Horror.
Cuando en pantalla aparecen unas gafas bicolores avisándonos de las
escasas escenas 3D, comprendemos que no debemos tomarnos muy en serio
este simpático batiburrillo que bucea, sin profundizar, en la imaginería
gótica. Hay campanarios en los que anida el mal, vampiros adolescentes
con chupas de cuero, bosques en brumas y cuervos que graznan. De pope
oficia el fantasma de Edgar Allan Poe, que guía a Baltimore en este
laberinto que huele más a un Celebrities de Muchachada Nui que a las
grandes obras del género. De todas formas, la apresurada moraleja de
esta historia, que insta a seguir el instinto frente a los imponderables,
nos avisa de que no debemos dar por perdido a Coppola. Le seguimos necesitando.
Trabalhar cansa
(Juliana Rojas y Marco Dutra)
Partamos de la teoría
de que el análisis sociológico de las películas de terror realizadas
en tiempos de crisis nos permite conocer las emociones básicas, deseos
y sentimientos de la mentalidad colectiva de una nación. Ahora,
vayamos más allá y situemos los miedos cotidianos de principios de
siglo (en el caso de Brasil hablamos de desempleo, confusión entre
los roles de género y lucha de clases) como los auténticos monstruos
de la función. Pues más o menos esto es lo que hacen Juliana Rojas
y Marco Dutra en su debut cinematográfico. El esqueleto de hombre-lobo
que el matrimonio protagonista se encuentra oculto en una de las paredes
del supermercado que arrendan es tan sólo un McGuffin anecdótico.
No, el pánico y el desconcierto provienen de quedarse en blanco en
una entrevista laboral, de la ansiedad por no encontrar el rumbo a partir
de cierta edad, de ver a la familia como enemigo y no como refugio,
de dejar que las obligaciones laborales te absorban hasta el punto de
no ser capaz de reconocerte. Al final, no hay ninguna amenaza sobrenatural
a la que vencer para perpetuar el status quo. Tan sólo un grito
desgarrador y primario que salve de una realidad que nos mata.
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