A los aficionados a la mitología del cine nos gusta creer que el carisma y el talento son dones naturales e inmediatamente reconocibles. Ciertos rostros en la pantalla de cine nos invitan sin duda a pensar así. Con envidia, imaginamos la secreta revelación de alguno de los espectadores que a comienzos de la década de los cincuenta acudieron a algún destartalado teatro off Broadway y se encontraron allí a Marlon Brando interpretando una obra escrita por un dramaturgo debutante. Más...