Antoine, 42 años, publicista, es un hombre de éxito. Está casado con Cécile, es padre de dos hijos, vive en una bonita casa no lejos de París y tiene muy buenas relaciones con los vecinos. Su discreta relación con la guapa Marion no va tan en serio como para perturbar su equilibrada vida. Sin embargo, un día como cualquier otro, su vida cambia. Durante una reunión con un cliente importante, pierde los estribos y, de paso, el proyecto. Su socio le propone que se tome unos días de vacaciones para descansar, pero Antoine está decidido a acabar de una vez por todas y ofrece venderle su parte. De vuelta a casa para el fin de semana, empieza a destruir sistemáticamente lo que ha construido durante años. Ha bastado un fin de semana para que Antoine, un hombre aparentemente sin problemas, destruya toda su vida. ¿La crisis de los cuarenta? ¿Un ataque de locura? Quién sabe...
Comentario
Hace sólo unos meses tuvimos ocasión de disfrutar en las salas españolas de la última película del director francés Jean Becker, Conversaciones con mi jardinero. Ahora, con sorprendente rapidez –se estrenó a finales de abril en su país de origen-, nos llega su flamante trabajo Dejad de quererme, que toca un tema que conmovía al cineasta y que está resumido letra de la canción “Le temps qui reste”, de Jean-Loup Dabadie, interpretada por Serge Reggiani, una especie de testamento con aires de esperanza que habla de las cosas bellas, de las ganas de vivir y de seguir adelante. Rodada en Connemara (Irlanda), la película está basada en la novela homónima de François D'Epenoux, y contó en el reparto con Albert Dupontel (Largo domingo de noviazgo) y Marie-Josée Croze (Las invasiones bárbaras). “Creo que todas sus películas tienen algo en común: una gran sensualidad –comenta Dupontel sobre el cine de Becker-. Se oye el soplo de la brisa, el zumbido de un insecto, y también hay esa mezcla permanente de drama, como en Verano asesino, y de placer de vivir, como en La fortuna de vivir, esa mezcla de pesimismo y optimismo, de ingenuidad y de violencia".
Curiosidades
Una de las escenas más difíciles para Dupontel fue una en la que el personaje de Antoine se baña en el mar, a temperatura muy baja. Tuvo que repetirla tres veces y Becker la eliminó en el montaje.