Por
Manuel Ortega
No decepciona ni impresiona este thriller cañí
que sirve para que el guionista vasco Luis Marías (Mensaka,
Todo por la pasta) haga un irregular pero atractivo debut
tras la cámara. Un debut que se suma al de Gual y Wallowits
en la semana más insólita de el cine patrio en cuanto a nuevas
propuestas se refiere. Si el dúo se enfrasca en un atractivo
tour de force interpretativo en interiores neuróticos
y claustrofóbicos, Marías lo hace con un thriller a la
antigua usanza jugando con el prototípico policía angustiado
por un pasado que vislumbramos y por un presente que se consume
entre fracasos amorosos y copas bien cargadas. Un dechado de
imperfecciones, con una mujer embarazada que lo abandona, el
recuerdo de un padre maltratador y expulsado de la policía,
con unos compañeros que no se fían de él y que lo acusan con
toda razón de homófobo, y con la sospecha de haber cometido
el asesinato que investiga. Si la sombra de Memento pulula
por el hecho de que no puede recordar nada debido a la apabullante
ingesta de alcohol de la noche anterior, esa creencia del propio
protagonista y del espectador de que el propio Resines es el
asesino nos retrotrae a una de las más interesantes peripecias
de Clint Eastwood sin la piel de Harry el Sucio (¿o sí?) En
la cuerda floja.
Son
muchas las incógnitas (quizá demasiadas) que se van planteando
a lo largo de un desarrollo que siempre funciona por mera acumulación
de pistas y pruebas con apariencia de definitivas pero que la
lógica cinéfila nos dicta que no lo son. Aquí queda claro el
Marías guionista, urdidor de maquinarias complejas y aparentemente
sorprendentes, que dispone y predispone sus cartas con entusiasmo
de tahur novel. A veces se pasa como en el final al que se llega
por una pista que... (interrumpo la crítica porque sé que me
puedo cargar la película). Destaca en el dibujo de unos personajes
que a pesar de rayar el artificio per se son paradójicamente
reconocibles. La pareja formada por Roy y Galiana se lleva la
palma en ambos sentidos. En el dibujo de otros personajes no
destaca sino todo lo contrario.
El Marías director sin embargo demuestra no
darse tanto a los trucos consabidos y apre(he)ndidos en el desarrollo
de su labor primigenia en el mundo del cine. Su puesta en escena
y la sabia creación de la atmósfera de extrañamiento que vive
el personaje de Antonio Resines (impresionante cuando baja por
las escaleras de la peluquería) demuestra que tenemos a un director
de género que se aleja del oscurantismo y del carácter abstruso
de los últimos filmes de Imanol Uribe, ejemplo nada vivificante
del thriller hispano finisecular.
En lo referente a la dirección de actores el
debutante se muestra tan irregular como en otros aspectos. Mientras
que Resines, Roy, Galiana y Arquillé están acertadísimos en
todos los matices de sus personajes, dos grandes monstruos de
la interpretación, que lo demuestran película a película, caen
en el estupor del dibujo de esos propios personajes. La siempre
eficaz María Adánez no puede hacer mucho con el papelito que
le ha tocado en gracia, el siempre sorprendente Antonio Dechent
cae en un papel ridículo y prototípico de mafioso andaluz que
corta jamón y escucha a Los Chunguitos mientras habla de dinero
negro. Estas y otras incógnitas sin resolver referentes al desenlace
y a las motivaciones interna de algunos personajes hacen que
las prestaciones del guionista metido a director sean también
una incógnita.
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