Por Alejandro
del Pino
El escenario luminoso y desolado de una pequeña
isla del Golfo Pérsico sirve de decorado para la primera
obra de proyección internacional del realizador iraní
Babak Payami. Galardonada en la pasada edición de la
Mostra de Venecia y en la Semana Internacional de Cine de Valladolid,
la película describe el viaje físico y emocional
que realizan una joven y decidida agente electoral procedente
de Teherán y un tosco y noble soldado raso con la intención
de que todos los habitantes de la isla puedan ejercer su derecho
al voto.
Durante
un día ambos comparten una peculiar aventura llena de
contradicciones y conflictos, y que Payami narra a modo de road
movie de ritmo perezoso y fuerte carga metafórica.
Lo más interesante y novedoso de este filme es su ágil
combinación de recursos propios de una comedia clásica
con el impulso lírico y la cadencia realista de la floreciente
escena cinematográfica iraní (Abbas Kiarostami,
Moshen Makhmalbaf, Jafar Panahi,...).
El resultado es una deliciosa comedia de factura
artesanal que con tanta sagacidad como intuición fílmica
evita caer en el didactismo o en la denuncia hueca y oportunista.
Así, Payami hace uso de una ironía aparentemente
inofensiva (o una dulzura con cierto trasfondo irónico)
para desenmascarar las paradojas de la democracia o de forma
más amplia, las situaciones absurdas derivadas de la
aplicación de cualquier ley (o sistema de pensamiento)
por encima de las circunstancias específicas del espacio
en el que se lleva a cabo.
Pero
además de proponer un relato claramente ideológico
(aunque no cae en ningún momento en planteamientos esquemáticos,
ni en contundentes enseñanzas morales) Payami aporta
hondura y credibilidad vital a su película al detenerse
con elegante sutileza en el peculiar idilio que viven los dos
protagonistas. Esto, además de ser un inteligente recurso
dramático que contribuye a mantener la tensión
narrativa del film, añade otro foco de interés
(otro nivel de lectura) al argumento de la película.
Así El voto es secreto puede interpretarse
como una sátira alegórica sobre las contradicciones
de la democracia, pero también como una historia de amor
entre dos personajes opuestos que al principio chocan pero al
final terminan atrayéndose. A su vez Payami sabe sacar
partido a la amplia galería de personajes secundarios
que pueblan la cinta - desde una joven que se ha escapado por
amor y vuelva atemorizada a su aldea natal, al guardián
de una central de energía solar -, y que en la mayoría
de los casos son actores no profesionales.
Pausada, lúcida, austera, lírica
y, sobre todo, muy divertida, uno de los principales hallazgos
de El voto es secreto son sus escenas de humor surrealista,
absurdo y desconcertante, heredero en cierto modo del cine mudo.
Un semáforo en rojo en medio del desierto, una avión
de pasajero que aterriza en una playa solitaria, o una sofisticada
central de energía solar - custodiada por un guardián
desaliñado y místico - cuyo uso principal es calentar
té.
|