Por
Manuel Ortega
Desde la primera escena vemos por donde van
a ir los tiros de este primer remake conocido / autorizado de
película española: cfr lo que en el original era una magnífica
escena de terror en la cual un personaje descubría horrorizado
que estaba en soledad (la famosa escena de la Gran Vía) aquí
se convierte en un "one-man-show" de gestos y aspavientos, coronados
por una contraproducente fragmentación de la bajada del coche
y por una videoclipera carrera rodada desde delante para que
a ese señor bajito que produce se le vea bien lo bien que pone
la cara de agobio. Porque lo que antes era una irregular y fallida
pero fascinadora y envolvente muestra (en orfandad) de ciencia-ficción
patria, se convierte por arte de birlibirloque en el vehículo
imperfecto para que Tom Cruise pueda presentarnos su catálogo
completo de tics y desviaciones interpretativas mediante una
obscena compulsión onanista que para eso es el que busca la
pasta, pone el nombre y lleva el proyecto hacia delante.
Abre
los ojos flaqueaba por una excesiva y cansina tendencia
al subrayado y por la incapacidad de su cuarteto protagonista.
Si Eduardo Noriega es Kevin Kline comparado con Tom Cruise (al
menos en esta parábola onírica-futurista de anticipación) y
Penélope Cruz vuelve a repetir, sin la sensualidad del original,
el mismo papel vacío con su habitual indolencia, la palma se
la lleva Jasón Lee cuya (des)composición supera hasta la ignominia
el absurdo autismo interpretativo del ínclito Fele Martínez.
Y hablando de autismo interpretativo el papel de esa gran actriz
de culto que es Najwa Nimri (ja ja) es hecho carne por la magnífica
Cameron Diaz que es lo único positivo de la película y el único
aspecto en que la copia supera, y además con creces, al original.
Enfrentando a una de las mejores actrices jóvenes del momento
con una señora que apenas sabe articular palabra no era tarea
difícil. Lo que pasa es que esto acentúa a un más si cabe el
absurdo de la trama, al elegir el personaje de Cruise a una
niñata intrascendente abandonando por ella a una mujer inteligente
y bella. Las cosas de los americanos
Siguiendo
con personajes "de culto", hablemos del nefando Crowe, manufacturador
de gilipolleces del jaez de Jerry Maguire, Solteros
o Casi famosos, que vuelve a desplegar sus alas sobre
un cielo de vanilla repleto de enigmáticas aves preciosas que
vuelan sin rumbo fijo hacia un sol del almíbar entre nubes de
caramelo (ay). Lo que en Abre los ojos era vinagre en
la herida (no de muy alta gradación, todo hay que decirlo) aquí
se torna en montañas de glucosa. Y yo creo que cada vez padezco
más de diabetes cinematográfica.
Este tipo cree que por entrevistar a Billy
Wilder es el heredero del mejor cine norteamericano, pero aquí
sólo demuestra que es ejemplo viviente de los dos grandes defectos
que desde los 80s asolan el cine comercial made in Usa: la dulcificación
de la que ya he hablado y la banalización. Vanilla Sky
es la simplificación reduccionista (te explican todo 10 segundos
después de que pase, no vaya a ser que alguien se pierda) de
una obra que tampoco era demasiado profunda, erigiéndose en
una burda fotocopia en papel higiénico del original.
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