Por
Javier Pulido Samper
Cuando la imaginación flaquea nada mejor que
reciclar, aunque los materiales sean de desecho. Esta filosofía
parece reinar en un alarmante porcentaje de las últimas producciones
comerciales hollywoodienses como ésta que nos ocupa.
El único, fallido intento de promocionar de nuevo
a las estrellas del cine de acción oriental para el gran público,
nace con la vocación de casar dos géneros que en principio son
carne de BlockBuster: artes marciales y ciencia-ficción, condimentados
con elementos propios de las buddy movies de los noventa.
Todo ello a mayor gloria de su protagonista, Jet Li, cuya elasticidad
es notablemente superior a su (in)capacidad interpretativa.
El
protagonista de Romeo debe morir ha ingresado con esta
película en el club de estrellas de las artes marciales que
se enfrentan a sí mismos, un dudoso honor que comparte con otras
"luminarias" como Jackie Chan y Jean Claude Van Damme. Sin embargo,
en esta ocasión no se ha recurrido a la imposible historia del
hermano gemelo perdido durante largo tiempo. El único parte
de la premisa -metida con cucharilla a la audiencia mediante
una introducción previa a los créditos de apertura- de que existen
diferentes versiones de cada persona en un sinfín de mundos
que conforman el multiverso. Cuando una de estas entidades muere,
su energía se reparte entre las demás. Intentando aprovecharse
de ello, Yulaw (Jet Li), un ex agente de investigación del Multiverso-
viaja a través de agujeros negros a otros universos para liquidar
a sus otros Yos. Para convertirse en "el único" deberá acabar
con la única versión de sí mismo que queda con vida, el agente
de policía de Los Ángeles Gabe (de nuevo Jet Li).
Por increíble que parezca, el desarrollo de
la película es aún peor que su argumento, y es que el elemento
responsable de que la película haga aguas por todos sus lados
es el absurdo guión de James Wong y Glen Morgan. Algo incomprensible
si se tiene en cuenta que ambos han firmado el guión de la medianamente
interesante Destino Final y algún atractivo episodio
de "Expediente X". Desde la trama a los diálogos,
El único está plagado de punfos carentes de toda
lógica, sazonados con un muy impresionante número de ridículos
clichés del peor cine de acción, a cargo de la pareja de policías
encargada de perseguir a Yulaw (Delroy Lindo y Jason Stathan
de Snatch, cerdos y diamantes). De juzgado de guardia
es el registro de Statham al que, después de verle en un divertido
papel de promotor turco de boxeo, resulta lamentable ver en
un rol tan típico con un exagerado acento neoyorquino.
Uno no debería esperar elucubraciones sobre el
sentido de la vida en una película de acción de esta guisa,
pero tampoco es de recibo tener que aguantar líneas de diálogo
que se ven venir desde kilómetros. Sin ir más lejos, las frases
que se pueden oir en las batallas entre los dos Jet Li consiguen
que una película que nace con vocación de Matrix se quede
a la altura de las secuelas de Los inmortales, consiguiendo
que hasta Christopher Lambert parezca un actor de veras. Hay
en El único, por cierto, constantes referencias
a la película de los Wachowsky. Aquí, los desafíos a las leyes
de la gravedad en las escenas de lucha e incluso la secuencia
de las balas ralentizadas que son esquivadas por el protagonista
son explotadas hasta el abuso, desatando más que la adrenalina,
la carcajada.
En este batiburrillo sci-fi sólo sale airoso
el propio Jet Li, teniendo en cuenta que su papel está hilvanado
sobre un puñado de secuencias de lucha que a buen seguro no
defraudarán a los amantes del género de las artes marciales.
Aparte del exceso de testosterona, no hay mucha más sustancia
en El único, a excepción de algún ingenioso chiste
relacionado con los viajes interdimensionales (en uno de los
universos el inquilino de la Casa Blanca no es otro que Al Gore).
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