Por
Alejandro del Pino
En la variedad está el gusto y probablemente
un síntoma de la buena salud que disfruta la industria
cinematográfica francesa es que consigue exportar al
mercado internacional películas de estilo e intenciones
muy diferentes. Esta semana ha llegado a las carteleras españolas
Un crimen en el paraíso, una comedia negra de
humor grueso y sexista que narra las desavenencias matrimoniales
entre un hombre apocado y simplote y una mujer fea, malvada
y borracha.
Se
trata de un re-make de La poison - un film de 1951 dirigido
por Sacha Guitry nunca estrenado en España - protagonizado
por Jacques Villeret (el idiota de La cena de los idiotas)
y la actriz y directora Josina Balasko (Felpudo maldito).
Un crimen en el paraíso es el octavo film de Jean
Becker -el segundo que se estrena en nuestro país- un
director curtido en el mundo de la publicidad e hijo del también
cineasta Jacques Becker (París, bajos fondos,
Evasión) que en esta ocasión ha contado
con la colaboración del escritor galo Sébastien
Japrisot.
Con un planteamiento sobre la guerra de sexos
bastante pasado de rosca, el punto de partida argumental es
un esquemático y tosco chiste fílmico sobre una
bruja maloliente y descuidada que le hace la vida imposible
a un granjero -tan simple como noble y en el fondo, pícaro-
a quien lo que más le gusta es hablar con sus cabras
y coleccionar sellos. A lo largo de la escasa hora y media que
dura el film, se suceden "gracias" y estereotipos
sexistas que a veces emparentan el film de Becker con el humor
de encefalograma plano que caracteriza la extensa filmografía
de Mariano Ozores o el sofisticado repertorio anecdótico
de Arévalo y Paco Gandía.
La protagonista femenina es cruel, fea y gorda.
Siempre está despeianda. Bebe vino en casi todas las
escenas en la que aparece. Tiene un carácter agrio y
agresivo y en su juventud hizo todo lo que pudo para casarse
(incluso simuló un embarazo) con el desgraciado de su
marido. Para rizar el rizo, está ridículamente
enamorada de una apuesto joven negro (que no le hace caso) e
intenta matar a su esposo con veneno para topos. El reparto
de personajes femeninos se completa con una solterona resentida,
una dulce viejecita que da consejos de abuela y una despampanante
belleza rural con cerebro, por supuesto, de mosquito.
Ciertamente
los hombres no salen mucho mejor parados, pero en ellos su rudeza
y fealdad es un detalle poco más que anecdótico.
La comedia de Becker no soporta una revisión desde la
perspectiva de género, pero eso le ocurre al 80 % de
las películas. Lo sorprendente es que todo esté
descrito con tanta falta de sutileza y eso que su director asegura
que se ha tenido en cuenta el papel de la mujer mucho más
que en la versión original de Guitry.
No obstante, Un crimen en el paraíso
también puede ser alabada en algunos aspectos. El trabajo
de los actores consigue dar consistencia y dinamismo a la historia
y algunas escenas (como la reconstrucción del asesinato
o el juicio) están resueltas con mucho oficio y bastante
ingenio. Becker consigue que el ritmo narrativo no decaiga nunca
(a pesar de la simpleza argumental) y es capaz de sacar partido
a todos los personajes. Destaca especialmente la labor de Jacques
Villeret -que aparece en casi todas las escenas del film- un
actor que encaja a la perfección en el papel de encantador
hombre vulgar capaz de provocar tanto la risa como la compasión
solidaria. No le va a la zaga un discretamente histriónico
Andrè Dussolier encarnando a un abogado especializado
en conseguir absoluciones de criminales.
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