Por Carlos
Leal
De entre todas las películas
que cada año sorprenden por su deficiente calidad, pocas
tienen el raro patetismo de las comedias sin gracia. Porque, afrontémoslo,
una comedia que a lo largo de dos horas no logra siquiera provocar
una simple sonrisa en el espectador es de por sí una película
fallida. En este mortal pecado cae Trixie, el último
filme hasta la fecha del director norteamericano Alan Rudolph.
Trixie narra las aventuras
de una joven detective que consigue un trabajo como guardia de
seguridad de paisano en un casino del Medio Oeste americano. En
sus paseos por el hall de la sala de juego, Trixie conoce y se
enamora de Dex, un guaperas local que hace de hombre de confianza
de un constructor envuelto en asuntos algo turbios. Las cosas
se complican cuando se mete por medio un senador corrupto y su
voluptuosa novia, la cual aparece muerta en circunstancias poco
claras.
El
papel de Trixie lo interpreta nada más y nada menos que
la talentosa Emily Watson, que está casi constantemente
en plano durante las dos horas que dura la película. La
protagonista de Rompiendo las olas y The boxer se
pasea por la pantalla con cara de "qué hace una chica
como yo en un sitio como este", en la que muy probablemente
es su peor actuación hasta la fecha.
Eso sí, en su descargo hay
que señalar que su papel es tremendamente ingrato, carente
de cualquier profundidad. Trixie es una detective ingenua y virginal,
en cuya personalidad lo único que destaca son sus excesos
con el chicle y su incapacidad para las frases hechas. Emily Watson
se pasa literalmente toda la película diciendo cosas como
"no te hagas el suizo conmigo" o "tienes que coger
al toro por el rabo", lo cual, si de por sí tiene
ya poca gracia, al cabo de unos minutos se vuelve francamente
irritante.
Al lado de la actriz británica
hay un reparto con algunas caras conocidas, como Nick Nolte, quien
repite con Alan Rudolph tras El desayuno de los campeones,
Dermot Mulroney (La boda de mi mejor amigo) o Brittany
Murphy (Fuera de onda), los cuales se muestran tan desorientados
como Emily Watson ante un guión de escasísima entidad.
El director Alan Rudolph, habitual
colaborador de Robert Altman, se ha caracterizado siempre por
hacer películas ambiciosas, lo que hace que incluso sus
fracasos tengan interés. Lamentablemente, no se puede afirmar
lo mismo de Trixie, una película que se plantea
desde el principio como una comedia ligera pero que se queda en
un mal chiste.
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