Por Juan
Antonio Bermúdez
Según Rafael Sánchez Ferlosio,
Walt Disney ha sido uno de los talentos más perniciosos de la
civilización occidental. Afortunadamente, la imagen animada ha
traspasado desde hace tiempo el universo edulcorado del hombre
de hielo y, recogiendo la potencia satírica del cómic o la caricatura,
ha alcanzado su edad adulta con inteligentes epopeyas cómicas
como Antz, gamberradas como South Park o cumbres
de la creación humana como Los Simpson.
En
esa línea, llega ahora Shrek, una sorprendente animación
digital basada en un relato de Williams Steig y protagonizada
por un ogro macarra y solitario, un burrito parlante y una princesa
con lado oscuro. La transgresión de esta última producción de
Dreamworks, rival de la Disney, va más allá de los chistes escatológicos
que arrancan las primeras carcajadas del público, para elaborar
a partir de una gran cantidad de citas y tergiversaciones muy
divertidas una absoluta desmitificación de los cuentos tradicionales
que Disney manipuló a su antojo.
Shrek guarda así para los
tres cerditos, Blancanieves, Cenicienta, Pinocho y muchos otros
personajes de cuento apariciones bastante poco convencionales
y consigue momentos geniales como la presentación de las candidatas
a esposa del príncipe en un remedo de concurso televisivo emitido
por un espejo mágico o el encuentro de los protagonistas con un
impertinente Robin Hood con el que la princesa acabará peleando
al más puro estilo Matrix. La parodia se extiende además
más allá de los personajes y el castillo del príncipe aparece
así convertido en un parque temático de evidente parecido con
Disneylandia.
Mike Myers (como el ogro gruñón),
Eddie Murphy (como el burro escudero) y Cameron Díaz (como la
princesa) ponen las voces principales en la versión original,
una cuestión que en la versión doblada al español resuelven bastante
bien los componentes de "Cruz y raya", aunque haya que soportar
alguna gracieta cómplice destinada a los incondicionales de este
dúo humorístico.
Por el camino de su complejidad
artística y de su liberación del empacho de azúcar, los dibujos
animados han sacrificado desde luego cierta ingenuidad, buscando
un público objetivo más amplio que el exclusivamente infantil.
Shrek es así de esas películas que divierten más mientras
más ironía se adivine en su interpretación y mientras más atento
se esté a sus referencias. Pero los niños también pueden disfrutarla.
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