Por
Manuel Ortega
Unir a dos estrellas diferentes pero de gran
calibre. En una comedia. De policías, para más señas. Una buddy
movie que se llama ahora. Que se peleen entre ellos mientras
se pelean con los otros. Que al final limen sus asperezas para
el gran combate final, que uno sea blanco y otro negro, que
uno sea un manojo de nervios y el otro un palo, que uno ponga
los chistes y el otro los puñetazos. Que al final se quieran,
se admiren y se respeten. Y desaparezcan de plano los dos abrazados
¿Les suena?
Robert
de Niro sigue cuesta abajo y creo que ya va siendo hora de que
se de cuenta que aun no tiene la edad suficiente para tomar
la autoparodia complaciente como único método interpretativo.
Lo que podía tener su gracia en Una terapia peligrosa o
atisbos de chispa en Los padres de ella, lo convierte,
mediante la saturación, en triste y desvencijado remedo de sus
propias cualidades y aptitudes. Parece que el fallo está más
en la actitud ya que ésta última película es coproducida por
su propia compañía, Tribeca, que parece estar perfectamente
integrada en la jungla de cifras que es el cine de Hollywood.
Por eso a casi nadie sorprende verlo emparejado
con Eddie Murphy en esta relativamente simpática tentativa de
hacer una comedia de acción aparentemente crítica con los Mass
Media y el concepto de realidad que estos intentan imponer
a la plebe. La interpretación que hace el "hermano" Murphy lenguaraz,
visceral, histriónico, autoirónico cala más en el público (como
pretende demostrar de forma harto caprichosa la película) que
la "real" de un De Niro antipático, malencarado, indomable,
alérgico a las cámaras: autoirónico. No es la verdad contra
la mentira, sino la mentira altisonante y preparada (v.g. el
cambio de look de la oficina y el apartamento de De Niro)
versus la verdad arrogante, dura y peliculera de su partenaire
donde también late otra mentira muy parecida. E igual de
peligrosa.
Muy poco dura el interés y la sátira se degrada,
desgraciadamente, en parodia. La trama de la superarma y de
los supermalos cubanos con conexiones en la Europa del Este,
además de redundar que la maldad no reside en EEUU sino que
viene de fuera ya sea en barco, cibernéticamente o en avión,
se nos hace tosca, previsible y carente del más mínimo interés.
Unos villanos de opereta que ni siquiera se proponen hacer la
vida imposible a nuestros héroes, se van a pagarle al constructor
de su innovadora superarma a la feria de armas de fuego (sic)
. Nunca unos malos tan malos fueron tan fácil de atrapar como
en esta película.
Además la película según avanza se va llenando
de cortes y de elipsis que más parecen descuidos del montador
u olvidos del rodaje que estrategias narrativas. Incluso Murphy
que realiza una de las composiciones más acertadas y simpáticas
de los últimos tiempos, tras sus insufribles Doolitle,
profesor chiflado y demás familia, se estanca en el último
tercio limitándose a acompañar a De Niro como si este fuera
Nick Nolte.
P.D: Las tomas falsas o tienen gracia o se omiten.
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