Por David
Montero
Madurar es cambiar geografías,
alterar los mapas, mudar escenarios. Una tarea difícil.
En el camino uno abandona la cálida placidez de la infancia,
la protección de los familiares y la seguridad del hogar
para adentrarse en los oscuros caminos de la vida adulta. Sin
embargo, el proceso es irreversible y entonces la carretera, en
un sentido metafórico o real, se convierte en mandato irrenunciable.
Ésta
es precisamente la situación de Daniel, un jovén
del pequeño pueblo de Curugurazú en el interior
de Argentina que vive obsesionado con la diva pornográfica
de la televisión Sabrina Love. Un día, un concurso
le proporciona la posibilidad de conocer a su estrella favorita,
aunque para ello tiene que realizar un largo y accidentado viaje
hasta Buenos Aires. Una travesía plena de peripecias que
acaba convirtiéndose en una aventura vital en la que el
joven Daniel se descubre a sí mismo y a los que quiere.
Es, en pocas palabras, el argumento
de Una noche con Sabrina Love, un filme sencillo, suave:
un auténtico catálogo de amor para principiantes.
El responsable de la cinta es Alejandro Agresti, ganador en el
año 1999 de la Concha de Oro gracias al lirismo mágico
de El viento se llevó lo que; un cineasta maduro,
que ha desarrollado su carrera a caballo entre Holanda y Argentina,
y que a partir del magnífico éxito de su anterior
película ha logrado despuntar en el panorama iberoamericano.
Sin embargo, en ocasiones, el éxito
implica dinero, compromisos... Así, de la libertad que
permitió crecer una joya como El viento se llevo lo
que, pasamos aquí al encargo de Una noche con Sabrina
Love, una cinta que, sin llegar a los límites de la
decepción, es sensiblemente inferior a anteriores ejercicios
de Agresti. La película está basada en una novela
del joven escritor argentino Pedro Mairal, un relato introspectivo
e iniciático que Agresti se encarga de llevar al cine con
profesionalidad, pero sin chispa, trazando un filme interesante
que gira en torno a la sorprendente interpretación del
debutante Tomás Fonzi.
Junto a Fonzi, aparece Cecilia
Roth, en el papel de una prostituta televisiva, maternal y desequilibrada,
un personaje parecido al que ya interpretara en Martin H,
aunque en esta ocasión con muchos menos matices. La química
entre los dos crea, sin duda, los mejores momentos de la película
(en el restaurante, en el plató de televisión...).
El reparto se completa con el veterano Giancarlo Giannini y el
joven Fabián Vena, que interpreta al hermano homosexual
del protagonista.
En definitiva, una producción
que se esperaba impacientemente como uno de los grandes títulos
argentinos de la temporada, sobre todo por la asociación
Roth-Agresti, y que se ha quedado como un filme atractivo, sensible,
tierno y totalmente prescindible.
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