Por
Carlos Leal
Uno de los axiomas más conocidos
de la Ley de Murphy es que todo puede ir a peor siempre. Sin embargo,
después de ver ¿Qué más puede pasar?,
este principio universal se tambalea peligrosamente ante el
cúmulo de despropósitos que conforman de principio
a fin la película.
Como
suele suceder, el problema fundamental con este filme está
en la base. Para funcionar, cualquier comedia requiere de un guión
al menos moderadamente ingenioso, circunstancia que por desgracia
no se da ni por asomo en el caso de ¿Qué más
puede pasar? A cambio, en la película se suceden los
tópicos y chistes de mal gusto (pelotazos genitales, gestos
obscenos, caniches con problemas de meteorismo intestinal...),
mientras la acción avanza de un modo cansino hasta el previsible
final.
Toda la trama orbita alrededor
de un solo giro de guión: un ladrón es sorprendido
mientras roba en casa de un rico empresario; éste decide
darle una lección, y afirma ante la policía que
el anillo que lleva puesto el ladrón es suyo. A partir
de ese momento, ambos se enzarzan en una competición infantil
por hacerse con el anillo, mientras los negocios del magnate y
la vida privada del criminal se van yendo por la borda.
Así planteada, ¿Qué
más puede pasar? podría dar pie en principio
a un interesante duelo interpretativo entre su pareja protagonista,
los populares Martin Lawrence y Danny DeVito. Sin embargo, la
química entre ambos actores es casi nula, en parte porque
buscan la comicidad por caminos muy diferentes: mientras DeVito
opta por la contención, Lawrence despliega toda una colección
de gestos pretendidamente graciosos, muy en la línea de
otros cómicos afroamericanos como Orlando Jones, Will Smith
o el propio Eddie Murphy.
En todo caso, ante la falta de
chispa del guión ninguno de los dos actores consigue su
objetivo. Por el contrario, ambos dedican sus esfuerzos ante todo
a disimular su desorientación a lo largo de los 95 minutos
que dura la película. Otro tanto puede decirse de los secundarios,
entre los que destacan el siempre interesante John Leguizamo como
el compañero de fechorías de Martin Lawrence, Glenne
Headly y Bernie Mac.
En definitiva, es ¿Qué
más puede pasar? una comedia gris y sin gracia, a la
que ni su conocido reparto ni su falto de pulso director, Sam
Weisman (George de la jungla), consiguen sacar de la mediocridad.
Un filme, en definitiva, en el que, como apunta su profético
título, casi todo lo que puede ir mal termina yendo mal.
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