Por José
Antonio Díaz
A
cambio de la eliminación de las ayudas económicas directas a
priori, la política cinematográfica pepera estableció ayudas,
entre otras áreas, a los proyectos de nuevos directores, que
así han proliferado en los últimos años (algunas semanas, hay
más óperas primas españolas en cartelera que obras de directores
españoles con experiencia previa). Pero entre tanto nuevo director,
se han colado algunos que no aportan nada realmente valioso,
ni siquiera novedoso, al panorama del cine español. Si hace
unas cuantas semanas se hacía difícil comprender cómo una cinta
como Lena se pudo abrir un hueco en las salas de exhibición,
con Pata negra lo incomprensible es directamente cómo
ha sido posible que llegara a rodarse.
Los resortes mentales por los que
algunos productores españoles se mueven a la hora de decidirse
a financiar una película son tan inescrutables como los designios
divinos. No es sólo que el guión, motor de cualquier proyecto,
sea irritantemente plano y torpe, más propio no ya de la televisión
actual, sino de la más casposa de las cadenas generalistas.
Es que, además, no se ven qué ganchos comerciales han podido
vislumbrar sus productores en la historia de un patético empleado
de una empresa alimenticia española en la Colombia de las guerrillas,
los narcotraficantes y los militares y paramilitares en busca
de un contacto comercial para producir jamón de pata negra más
económicamente en el país caribeño.
Ni siquiera puede uno consolarse
entreviendo como telón de fondo en las desmañadas andanzas de
ese rompetechos protagonizado por Gabino Diego algunos aspectos
de la realidad que hacen de Colombia el país más violento del
mundo. El tono de comedia empleado es tan obvio, alicorto y
conformista, que el sainete resultante podría haber tenido lugar
en un pueblo de la España profunda sin desdoro de su ambientación.
Aunque lo que sus responsables
a lo mejor no han calculado es lo ofensivo que una visión tan
salvajemente turística y tercermundista pueda causar en los
despistados colombianos residentes en España que se acerquen
a ver Pata negra. Pero no tienen de qué preocuparse.
La foto de la gente de la Colombia profunda (y de algunos españoles
que viven entre ellos) resultante de sus imágenes es tan bobaliconamente
plana y amable que no llega al nivel suficiente como para ofender
a alguien.
Gabino Diego, por su parte, confirma
con este papel que, como Jorge Sanz o, en menor medida, Maribel
Verdú, ha perdido el sitio que tenía antaño en el cine español
y se encuentra abocado, al menos a medio plazo, bien a hacer
de secundario de lujo, como es el caso de Sanz, o a interpretarse
a sí mismo una y otra vez en comedias bastante menos
brillantes que las que le dieron a conocer.
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