Por
Carlos Leal
La
cultura española no ha sido nunca demasiado aficionada
a la narración épica y sí al esperpento,
a la risa amarga que sale de las tripas. Mientras los niños
norteamericanos crecían a la sombra de las hazañas
sobrehumanas de Superman o Spiderman, aquí preferíamos
las andanzas de los agentes de la TIA Mortadelo y Filemón,
dos antihéroes de esa España cañí
en la que el jefe es siempre un mastuerzo que no sirve para
nada más y ningún aparato funciona si no se le
dan antes los golpecitos de rigor.
A Javier Fesser se le nota que debió de
pasar buena parte de su infancia disfrutando de las historietas
de Ibañez, habida cuenta de la precisión y el
mimo con los que ha recreado hasta el mínimo detalle
el universo creativo del dibujante barcelonés en La
gran aventura de Mortadelo y Filemón. Y de hecho
cuesta pensar en algien más indicado para esta tarea
que el director de El milagro de P. Tinto; Javier Fesser
ha demostrado a lo largo de su filmografía un talento
arrollador para el gag visual y el humor surrealista, manteniendo
un equilibrio muy interesante entre su visión autorial
y la abierta comercialidad de sus propuestas.
En La gran aventura de Mortadelo y Filemón,
Fesser ha contado con uno de los presupuestos más altos
de la historia del cine español, superior a los siete
millones de euros, un esfuerzo económico cuyo efecto
es patente en el resultado final. Y es que la película
es ante todo un impresionante tour de force visual, en
el que los gags se suceden incansablemente tanto en primer como
en segundo plano y las caracterizaciones de los personajes,
el diseño artístico y los efectos digitales rozan
la perfección.
Sin
embargo, por debajo de este espectacular barroquismo
formal la narración avanza a trompicones, conducida por
un guión algo torpe y cuadriculado en el que se echa
de menos el ingenio subversivo de los tebeos de Ibáñez.
En demasiadas ocasiones el desarrollo de la historia se supedita
al chiste fácil, al humor grueso y sólo en ocasiones
efectivo con el que Javier y Guillermo Fesser sazonan la primera
incursión cinematográfica de los agentes secretos
de la TIA.
De hecho, La gran aventura de Mortadelo y
Filemón podría haberse quedado en simple travesura
de colegio, en un mero capricho tan brillante como vacío,
si no hubiera contado en los papeles protagónicos con
Pepe Viyuela y Benito Pocino, que con su arrolladora presencia
llenan de autenticidad a unos personajes no siempre bien trazados.
Junto a ellos, aportan brillantez al conjunto impagables secundarios
como el Súper (Mariano Venancio), el profesor Bacterio
(Janfri Topera), Rompetechos (Emilio Gavira) o los vecinos de
la 13 Rue del Percebe, máximos exponentes de esa España
de Ibáñez tan reconocible y en ocasiones tan cercana
a la nuestra.
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