Por Carlos
Leal
Hace apenas dos años llegó
a nuestras pantallas, coincidiendo con el páramo de estrenos
que supone el verano, la primera parte de La momia. Ya
entonces sorprendía como se puede mantener un largometraje
de casi dos horas sobre mimbres tan débiles, copiados a
partes iguales de la serie de Indiana Jones y de las películas
de aventuras de la Universal. Menos de dos años después
llega a nuestras pantallas su previsible secuela, en la que su
director y guionista Stephen Sommers demuestra que se puede ser
aún menos original, por cuanto que el mínimo argumento
con el que cuenta El regreso de la momia es un calco literal
de la película que la precede.
Como
ya sucedía en La momia, su secuela comienza en el
antiguo Egipto, en concreto en la ciudad de Tebas en el año
3000 a.c. Allí, el rey Escorpión levanta un ejército
para hacerse con el poder en todo el mundo conocido, pero es derrotado
por las tropas del Faraón. Entonces, Escorpión vende
su alma a Annubis, quien le cede un ejército infernal para
que consume su venganza. Ya en 1933, Rick y Ellen, que en el lapso
que ha pasado entre película y película han tenido
tiempo de casarse y tener un hijo de ocho años, se ven
complicados en una compleja trama que busca resucitar a Imhotep
(el malo de la primera película) para que derrote a Escorpión,
se haga con el control del ejército de Annubis y así
domine el mundo.
En los papeles principales repiten
todos los que sobrevivieron a la primera parte de La momia
(incluso la momia misma, por más que todos la vimos desaparecer),
e incluso algunos de los que habían muerto regresan en
papeles distintos, lo que resulta francamente desconcertante.
Brendan Fraser demuestra nuevamente tener, como diría Abel
Ferrara, la vis comica de una vaca, por lo el espectador
se pasa media película echando de menos un Harrison Ford
que imprima algo de carisma al personaje. Por lo demás,
la película incorpora al niño Freddie Boath y a
la estrella de la lucha libre americana The Rock, que ha cobrado
la indecente cifra de cinco millones de dólares por un
papel que no llega a los diez minutos.
Aunque, todo sea dicho, los protagonistas
indiscutibles de El regreso de la momia son los efectos
especiales digitales. Unos efectos que aparecen a lo largo de
casi toda la película, con resultados desiguales. Si en
algunos momentos resultan si no brillantes sí bastante
más atractivos que los de La momia, en muchos otros
parecen forzados y poco creíbles, en especial en las multitudinarias
batallas entre los soldados y las tropas perrunas de Annubis y
en la aparición final del rey Escorpión.
En
todo caso, como ya dije antes, los problemas fundamentales pasan
por un guión poco consistente y que en el mejor de los
caso es un mero trámite para enlazar entre sí las
escenas de acción. Los agujeros del guión y las
inconsistencias de la trama son tan frecuentes que uno se pregunta
si alguien, a lo largo de todo el proceso de realización
de la película, se molestó en leerlo entero de una
sola vez. Y, lo que es mucho peor, los personajes se quedan en
meros arquetipos y los conflictos son demasiado simplistas e infantiles.
En definitiva, es El regreso
de la momia una película hueca, que falla incluso a
los niveles más básicos de servir como mero entretenimiento,
por cuanto que los personajes no tienen carisma y la acción
carece de interés. Stephen Sommers levanta castillos de
arena visuales que se desmoronan ante la terrible y evidente falta
de base de una película concebida con el único fin
de explotar el éxito en taquilla de su predecesora.
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