Por
Manuel Ortega
Que Spielberg está en su momento más dulce es
discutible (todo es discutible, incluso que todo sea discutible)
pero yo lo creo. Inteligencia Artificial me pareció la
vuelta de tuerca perfecta y genial a su cada vez más irregular
trayectoria. A pesar de que es cierto que los últimos veinte
minutos están un poco por debajo de las impecables primeras
dos horas (peor es la media hora final de La pianista o
los quince minutos postreros, e insoportables, de Nueve reinas
y nadie se queja) la película se convertía para el que esto
firma en lo mejor filmado en nuestro gateante milenio. Inteligencia
Artificial y Minority Report inciden en la oscuridad,
en el pesimismo, en el lúgubre y reaccionario futuro que nos
espera a la vuelta de esquina desde la mirada lúcida de dos
visionarios del calibre del brillante Aldiss y del imprescindible
Philip K. Dick, probablemente uno de los mejores escritores
del siglo pasado, traducidas a lo audiovisual por uno de los
mas capacitados autores de este medio.
MR
no es genial como AI, pero es mas redonda, mejor
película. El niño robot que busca a su madre es cambiado por
el policía drogadicto que busca a su hijo. Lo poético versus
lo prosaico. La química, la física y otras asignaturas tan difíciles
de aprobar y aprender se aprehenden de nosotros y no nos sueltan
hasta que el The End final nos comunica que empieza algo.
¿Pero cómo coño/diantres (táchese el que no proceda a
su procedencia) se puede decir esto de Spielberg? Seré un facineroso,
un conservador, un puto integrado. O quizá un amante del cine
sin fatuos onanismos, y sin que te miren desde el pulpito con
gesto preocupado y extremados/as modales/morales.
Minority Report es a su vez una historia
de falso culpable en la mejor línea hitchcockiana que depara
una sorprendente reflexión tanto sobre la falsedad como sobre
la culpabilidad y también una mirada futurista del fatum
griego, el destino inapelable, que un japonés apellidado
Kurosawa comprendió como nadie. Además todo con las cartas boca
arriba, desmontando, mostrando, el mecanismo interno de la compleja
trama, el final de la aventura justo al principio, una experiencia
que hubiera suscrito Godard. El espectador se encamina hacia
lo que ha visto como si fueran en un vagón del túnel de terror
y supieran que al final hay una luz. Pero a veces hay que sacarse
los ojos para comprender esa luz. Eso es lo que hace John Anderton
(sorprendente Cruise sin complejo de mimo), abrir muchos los
ojos hasta que se salgan de sus orbitas y de sus cuencas. No
es el único guiño (perdonen el chiste fácil) a La naranja
mecánica: el director de la organización Max Von Sydow (si,
efectivamente, el de Bergman) se apellida Burguess, como el
escritor de tan sobrevalorada novela.
Los
prejuicios hacia el "mercachifle" de Spielberg suelen ser enormes
y desproporcionados. Cosa que tampoco es de extrañar si tenemos
en cuenta que es el firmante de bodrios como Hook, El
mundo perdido o Amistad. Pero empezábamos afirmando
que esta en su mejor momento, en la cumbre de su exitosa carrera
que por supuesto está dejando de ser tan exitosa. El Rey Midas
ha comprendido que su don además de una maldición puede tener
una labor social: convertir todo lo que toca en puro cine. Y
si repasamos la critica también entrara luz en nuestros ojos:
ese puro cine es el de Hitchcok, Kurosawa, Godard, Kubrick,
Bergman. Y el de Spielberg.
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