Por Manuel
Ortega
Los amores nacen, crecen, se reproducen
y, con el paso del tiempo y las circustancias, mueren y desaparecen.
Eso se podría sacar de Esta chica me pone, si la película
no fuera americana y de jovenes púberes con el sexo más
en la boca (entiéndaseme) que donde hay que tenerlo. Porque
en el cartel y en el título de esta peliculita veraniega se nos
promete lo que luego no aparece en ningun momento, quedandose
el intento en una nueva (vieja) y pacata muestra de la más ridiculas
de las gazmoñerías.
Esta
es quizá la única sorpresa que depara el debut de Chris Isacsson
en la dirección, todo lo demas suena a visto y con mejores ojos.
Porque desde que Frederick Raphael firmara el guión de la maravillosa
Dos en la carretera y Annie Hall convirtiera a Woody
Allen en el más famoso y acertado historiador de la vida en pareja,
son multiples, diversas y desiguales las intentonas por conventir
en arte cinematográfico el análisis radiográfico de las relaciones
amorososas.
Esta chica me pone sigue
el camino trazado por Allen en las formas: estilo semidocumental,
los protagonistas hablando a camara y evaluando los hechos, situaciones
imaginadas, incisos oníricos buscando el contraste entre los dos
personajes, el personaje masculino viendose en un programa televisivo
sobre calzonazos, imagenes musicales que resumen la historia (cuando
dejan la relación), etc...
Todas estas características quieren
conferir una supuesta intención vanguardista a la obra, pero ciertamente
esto es un craso error, porque en 1924 Buster Keaton ya utilizaba
algunas de esas técnicas narrativas presuntamente innovadoras,
en esa gran obra maestra que fue, es y será El moderno Sherlock
Holmes. Y además con un espíritu mucho más transgresor
y, por supuesto, con infinita más gracia. Por lo tanto esos intentos
de parecerse a Allen, no llegan ni al Rob Reiner de Cuando
Harry encontró a Sally o Historia de lo nuestro con
la que comparte más de lo que en teoría parece.
No faltan atisbos de la mirada
ácida y lúcida que el tema requiere, pero se ven constantemente
ahogados por unos chistes sin gracia, por unos secundarios sin
entidad y sin chispa (recordemos que ese es el gran secreto de
la comedia americana), por una dirección apagada y por un exceso
de azucar cuando a gritos se pide más hiel.
A su favor se puede decir que
no molesta, que se ve con atención, que la fotografía es extrañamente
deslucida, evitando el colorido estridente de este tipo de producciones,
y que Julia Stiles derrocha una energía y una convinción, que
si es dosificada por los próximos directores que tenga, le augura
un brillante futuro y un buen número de buenas interpretaciones
venideras. Por lo demás lo de siempre, lo que ya todos sabemos,
que cuando llega el calor los chicos se enamoran, es la brisa
y el sol... Pues eso.
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