Por
Juan Antonio Bermúdez
En Milagro en Milán (Vittorio de Sica,
1951), los misérrimos habitantes de un barrio de lata buscan
cada mañana su rayo de sol. Delante de las cámaras de televisión,
Javier Bardem y Fernando León de Aranoa bromean sobre la pedantería
de algún crítico que se empeña en hundir las raíces de su película
en el neorrealismo italiano. Pero tiene razón el crítico, aunque
se burlen de él. De aquella aventura filosófica apasionante
y disforme que fue el neorrealismo, se sigue nutriendo el cine
europeo contemporáneo más comprometido en conciliar la realidad
con la pantalla: Loach, Guédiguian, Haneke, entre otros, cada
uno a su estilo. Y León de Aranoa.
Es
Los lunes al sol una película irónica, desesperada, amarga.
Pero está también llena de gracia. La brillante escritura de
sus diálogos enciende una risa que proviene de las tripas vacías
de la historia; la paradoja triste de sus situaciones acaba
por desdoblarse con frecuencia en una comicidad devastadora;
la peripecia patética de sus héroes los mantiene de pie (parados)
sobre el tabique estrecho aunque inquebrantable de su dignidad,
charlots recientes de provincias posmodernas.
Aquella manera compleja de esquivar los tópicos
al pronunciar la crisis que hizo de Barrio (1998, el
segundo largo de Fernando León de Aranoa) una película memorable
vuelve aquí con idéntica fuerza y con mayor agudeza.
Idéntica es la fuerza de un uso muy clásico de
la música que obtiene unos resultados emotivos muy potentes
sin caer en el obsceno peligro del subrayado cursi. Idéntica
la fibra de unas interpretaciones soberbias, apoyadas en el
oficio y el carisma, en el talento individual y sobre todo en
la brújula de una excelente dirección artística.
Mayor es la agudeza de un guión que avanza poco
y sin saltos, dejando todos los cabos sueltos, en la mejor tradición
de la narrativa anti-espectacular. Más agudo es el catálogo
de retratos nobles y llenos de matices, amables y ariscos, capaces
de la ternura y la rudeza, valientes, adaptables, contradictorios,
íntegros.
Sobre los problemas de otra generación y otro
escenario no muy diferente de aquel Barrio, Los lunes
al sol ofrece el mismo diagnóstico y las mismas conclusiones:
flaquea la esperanza, pero seguimos dignos, juntos y dignos.
Y, mientras más juntos, más dignos.
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