Por
Manuel Ortega
El cine "de fugas" constituye todo un subgenero
dentro de la historia de la cinematografía que tiene la interesante
característica de ser amoldable a cualquier otro género. Sirve
tanto para el cine de acción adrenalínica y estratégica en La
fuga de Alcatraz o La gran evasión, como para alegato
racial en Fugitivos, tanto para hablarnos del inquietante
futuro como en La fuga de Logan, Escape de Absolom o
la serie televisiva "de culto" El prisionero, como para
hacernos reir en Condenados a fugarse (poquillo) o Toma
el dinero y corre (muchísimo), sirve para el cine político
en La fuga de Segovia, el deportivo (Evasión o victoria)
o el de relaciones humanas y buenos sentimientos como en Cadena
Perpetua. Incluso obra maestras y paradigmáticas del western
(El día de los tramposos) o el musical (O Brother)
tienen como razón de ser el hecho de fugarse.
Mignona
opta por tocar varias de las opciones gracias a la acertada
separación de los personajes al escapar del presidio, consiguiendo
así una acertada mezcolanza temática y genérica unida por el
nexo común e insobornable del fatum. Todos esos géneros, exceptuando
la ciencia ficción, conviven en los fotogramas del filme de
Mignona, haciendo incluso varios guiños al western (los
fugados son siete como Los siete magníficos y los también
fugados de El día de los tramposos, donde, por cierto,
igual que aquí, hay una pareja de homosexuales) e incluso al
musical, con esa canción que canta el coro de presos que sirve
como leif motiv a la acción y al desenlace de la trama.
La fuga destaca sobre todo por un guión
magníficamente cerrado y lleno de recovecos y variaciones temporales
que permite conocer en profundidad a los diferentes personajes,
ya sea de atrás hacia delante o viceversa, según la elección
de los autores. El pasado, el presente y el futuro no tienen
por qué tener este orden, y eso contribuye a dotar de
matices a los fugados. Labor de guión y de montaje, claro. También
ayuda la atinada composición de todo ese elenco de grandes actores,
donde podríamos destacar a Solá, Darín y Alberto Jiménez (quizá
el mejor actor joven de nuestra nueva hornada).
Me dicen que el tema principal de La fuga
es el destino y sus inexcrutables designios. Yo me inclino
más a pensar que sólo es una estratagema para hablarnos de la
libertad individual y colectiva, de su supresión y su imposibilidad,
tanto por su sumisión a los caprichosos (o no) vaivenes del
destino (otra vez tan abstracta y vacía palabreja) como por
la castadrora integración en una sociedad opresora, injusta,
caótica y hostil.
"Para algunos su estancia en la carcel fue una
tregua" dice Solá en funciones de narrador heterodiegético de
la historia. "La cárcel está en el interior de esos hombres
y por eso se encuentran con más rejas y carceleros fuera que
dentro" digo yo como presunto analista de la función. "El problema
ahora / es que la jaula está / en el interior del pájaro" dice
el poeta David Eloy Rodríguez como historiador de la vida. Y
creo que es eso.
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