Por
Alejandro del Pino
El cine de Vicente Aranda gusta de explorar los
intrincados vericuetos de la pasión amorosa, la tragedia
de los celos, las razones y heridas de la infidelidad, el heroísmo
fatal de un amante desesperado. Como autor de algunos de los
dramas pasionales más intensos del cine español
contemporáneo parece lógico que el director de
Amantes se interasase por la controvertida figura de
Juana la Loca, un mito fundacional de la historia de España
cuya vida siempre ha estado rodeada de un halo de leyenda romántica.
Aranda se ha basado en la revisión del "mito" realizada
a mediados de siglo XIX por el dramaturgo Manuel Tamayo y Baus,
titulado con lucidez La locura de amor, que también
inspiró una película anterior de Juan de Orduña.
El
filme de Aranda se incia y finaliza con Juana la Loca ya anciana
recluida en un castillo de Tordesillas y rememorando su vida
junto a un retrato de Felipe el hermoso. Aranda se adentra en
las vicisitudes sentimentales de la joven infanta y precoz reina
desde que viaja siendo aún adolescente a Flandes para
conocer a su futuro esposo. En ese primer encuentro surge la
pasión entre ambos, pero el ardor sexual del rey se desgasta
pronto y busca otros cuerpos en los que desahogarse. A Juana
de Castilla los celos fundados comienzan a devorarle y se convierten
en una obesisión enfermiza que le impiden atender los
asuntos de palacio y extiende su fama de loca por todo el reino.
A ello contribuyen las intrigas de la corte y los oscuros manejos
de su padre, Fernando el Católico, que llega a conspirar
con su yerno para que declare loca a su hija.
Desde una óptica contemporánea
la supuesta locura de Juana de Castilla puede interpretarse
como la historia de una mujer apasionada y subversiva, que antepone
los sentimientos personales a los intereses pragmáticos
y políticos. La historia de un desequilibrio emocional,
no psíquico, que refleja la fuerza y entereza de alguien
que se rebeló contra una sociedad opresiva en la que
las mujeres quedaban relegadas a un papel secundario y pasivo.
Esa idea ha querido transmitir Vicente Aranda,
y para hacerlo ha tenido un acierto fundamental: la elección
y dirección de la actriz protagonista. Si algo destaca
en este nuevo proyecto de Aranda es la brillante interpretación
que realiza la joven Pilar López de Ayala, galardonada
con la Concha de Plata a la Mejor Actriz en la última
edición del Festival de San Sebastián. En su tercer
largometraje (Bailame el agua, Besos para todos) la actriz
conocida por su participación en la eterna teleserie
de sobremesa Al salir de clase ha sorprendido a todos
con una interpretación deslumbrante y enérgica,
que consigue trasmitir con convicción y sutileza la pasión
desbordada y fatal que siente el personaje que encarna.
Sin
caer en excesos gestuales ni en clicles dramáticos, Pilar
López de Ayala otorga profundidad y complejidad al "caramelo
de papel" que le ha regalado Vicente Aranda y consigue dar vida
y alma a un personaje tan atractivo como difícil. Intución
interpretativa y entrega emocional que sólo decae en
un par de escenas de fuerte carga dramática y que le
postulan como una firme candidata para los próximos premios
Goya.
Al margen de la alabada interpretación
de Pilar López de Ayala, Aranda ha realizado una película
de factura convencional y estilo cuidadoso y elegante. Una cinta
tan correcta como fría e insípida. Sin inconsistencias
dramáticas evidentes ni descuidos formales, pero carente
de fuerza y de empuje narrativo. Aranda hace un uso torpe de
algunos recursos como la voz de off, que suena grandielocuente
y afectada, y flojea mucho en las escenas que describen las
intrigas de palacio. La mayor parte de los actores parecen acartonados,
como si formasen parte de la escenografía de un parque
temático, y se describe con escasa convicción
y nula sutileza los intereses políticos que rodearon
la infortunada vida de Juana de Castilla. Desde una perspectiva
histórica y estilística el film de Aranda no aporta
demasiado, aunque si tiene fuerza como drama pasional y humano,
con el mérito añadido de haber consagrado a Pilar
López de Ayala como una de las actrices nacionales con
más proyección de futuro.
|