Por
Alejandro del Pino
Escapar ileso de un accidente de avión,
sobrevivir a un terremoto o poder contar la experiencia de un
campo de concentración son privilegios de unos pocos
afortunados que han nacido con un don especial: la suerte. Pero
como las dos caras de una misma moneda, la fortuna de unos supone
la desgracia de otros y en Intacto ese descorazonador
axioma se lleva a sus últimas consecuencias. Los protagonistas
de este film son vampiros contemporáneos que despojan
a sus víctimas de su suerte por el mero contacto físico,
y de esa forma van dotándose de una especie de caparazón
de fortuna que les preserva de (casi) todos los peligros.
Intacto
es el primer largometraje del realizador canario Juan Carlos
Fresnadillo, autor de Esposados, un ingenioso cortometraje
que estuvo nominado para los Oscar en 1997. La película
está protagonizada por el actor argentino Leonardo
Sbaraglia (Plata quemada) y Eusebio Poncela y cuenta
con la participación estelar de Max Von Sydow, convertido
en una especie de Marlon Brando europeo.
Con
un punto de partida tan original como turbador, Intacto
puede describirse como un elegante y pulcro thriller-policíaco
con reminiscencias de otros géneros (cine de vampiros,
ciencia ficción,...) que ha sido rodado en escenarios
de Madrid y las Islas Canarias, y en el que el debutante Juan
Carlos Fresnadillo demuestra solvencia como guionista y un sorprendente
buen oficio como director. Intacto es una película
correcta que se sostiene gracias a un guión preciso y
eficaz y una impecable puesta en escena resuelta sin lagunas
técnicas ni excesos (ni defectos) narrativos. También
destaca el trabajo de dirección de actores y la agilidad
con la que se resuelven las secuencias de acción más
frenéticas en las que se concentran los momentos más
intensos de la película.
Pero Intacto carece de profundidad y emoción,
el relato de los acontecimientos es frío e impersonal
y el impulso fatal que mueve a sus personajes no consigue trasmitirse
a los espectadores que asisten distanciados e indiferentes al
muy previsible desenlace de los acontecimientos. Muchos recursos
narrativos sobran o son redundantes, se cae con frecuencia en
clichés dramáticos, y Fresnadillo falla estrepitosamente
en la construcción de los personajes, que resultan tan
simples como inverosímiles. El realizador canario demuestra
solvencia técnica e intuición fílmica suficiente
para elaborar un buen ejercicio de juego e intriga, pero no
consigue dotar de vida a los personajes ni de interés
narrativo (y/o filosófico) a sus débiles elucubraciones
metafísicas sobre el azar.
En
lo que respecta al reparto, destaca la actuación del
argentino Leonardo Sbaraglia que hace creíble la permanente
sensación de provisionalidad y perplejidad que siente
su personaje. Sbaraglia cuaja una interpretación elegante
y contenida, que se adapta con inteligencia a las exigencias
narrativas. También se agradece ver a Eusebio Poncela,
más contenido y sobrio que de costumbre aunque sin perder
su peculiar estilo interpretativo, y al veterano Max Von Sydow
encarnando a un viejo judío superviviente del holocausto
nazi que regenta un sórdido casino en medio de la nada.
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