Por
Alejandro del Pino
Acosado por la perpetua luz diurna del verano
ártico y su propio sentimiento de culpa, Will Dormer
- un detective de Los Ángeles que intenta resolver el
asesinato de una adolescente en una pequeña localidad
de Alaska - no consigue conciliar el sueño a pesar de
su creciente agotamiento físico y psíquico. Como
Funes el memorioso (la lucida mente insomne imaginada
por Jorge Luis Borges), Dormer (Al Pacino) rememora una y otra
vez hechos de su pasado mientras cae en las emboscadas que le
va tendiendo el astuto asesino de la adolescente, un escritor
de novelas policiacas (Robin Williams) que se convierte inesperadamente
en su inquietante cómplice.
Insomnio
es un remake de un film realizado por el noruego Erik
Skjordbaerg y protagonizado por Stellan Skaragàrd, que
supone la vuelta a la dirección de Christopher Nolan
tras el éxito de Memento. Pero a diferencia de
su original y desconcertante ópera prima, esta
vez Nolan parte de un planteamiento discursivo lineal y diáfano,
sin piruetas estilísticas ni complejidades narrativas,
que nos presenta de forma progresiva la peligrosa espiral de
autodestrucción en la que se encuentra atrapado Will
Dormer durante su corta estancia en Alaska. El espectador no
tiene que resolver ningún enigma, sólo acompañar
al policía interpretado por Al Pacino en su caída
a los infiernos de la culpa y los remordimientos, como si se
tratase de un personaje de Hitchcock o de Fritz Lang.
Insomnio es un trabajo muy ajustado a
una lógica narrativa convencional, pero sigue manteniendo
numerosas conexiones temáticas y algunas formales con
el primer largometraje de Christopher Nolan: la importancia
de la memoria y de los recuerdos, la reflexión sobre
la difusa línea que separa a perseguidores y perseguidos,
la indagación en las verdaderas causas que motivan un
homicidio, la utilización de cortos flashes de
imágenes misteriosas que cobran sentido conforme avanza
el relato,...
Resuelta con solvencia y buen pulso dramático,
Insomnio es un entretenido thriller psicológico
que plantea a su vez una serie de estremecedores dilemas éticos
que aportan interesantes matices conceptuales al desarrollo
más o menos previsible de la trama. ¿Es moralmente
lícito ocultar o inventar pruebas cuando se tiene la
certeza de que alguien es inocente o culpable? ¿Hasta
que punto un accidente mortal puede ser consecuencia de un acto
premeditado, o al menos, inconscientemente deseado? O por el
contrario, ¿puede ser un asesinato el resultado no querido
de una acción sobre la que se ha perdido el control?
Con
estas premisas Chistopher Nolan consigue atrapar la atención
de los espectadores gracias a un excelente guión (todas
las piezas del puzzle encajan con fluidez y verosimilitud) y
a la creación de una atmósfera tensa y opresiva
que da vigor metafórico y consistencia física
a la angustiosa situación vital en la que se está
hundiendo el protagonista. Nolan nos coloca sabiamente en su
pellejo, pero no cae en la tentación de dar complacientes
justificaciones de su comportamiento, aunque sí cumple
con el mandato de toda película facturada por los grandes
estudios de que los culpables terminen recibiendo su merecido
castigo. El realizador británico muestra un agudo sentido
del ritmo y la tensión cinematográfica, muy especialmente
en ciertas escenas resueltas con maestría narrativa y
gran sensibilidad visual (la caída al agua de Al Pacino,
el asesinato en la niebla,...).
Las principales objeciones que se pueden realizar
a este film proceden del recuerdo de Memento, una prodigiosa
obra de ingeniería narrativa que generó muchas
más expectativas de las que Insomnio es capaz
de cubrir. Estamos ante un film correcto, incluso en ciertos
aspectos brillante, pero cuya falta de riesgo y su acoplamiento
sumiso a todas las exigencias del Mercado, termina produciendo
una sensación agridulce. Además Nolan no termina
de pulir la construcción de los personajes, demasiado
determinados por los lugares comunes del género (detective
atormentado, asesino inteligente y manipulador, joven policía
sin experiencia pero con mucha intuición,...). Algo que
queda reforzado por la escasa fuerza y convicción (suficientemente
camufladas por sus muchos años en el oficio) que muestran
los dos actores protagonistas.
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