Por Manuel
Ortega
Los perros y los gatos siempre
se han llevado tan mal como los idem con los idem, o eso al menos
cuentan. Se trata de una leyenda que ha encontrado un hueco en
nuestro lenguaje, convirtiendose en un metafora valida así para
el lenguaje popular, así para una rica simbología de fácil comprensión
y atinados resultados, asi para su utilización en el mundo del
arte, donde podríamos destacar la comedia de un acto El amor de
los perros y los gatos del gran Enrique Jardiel Poncela. En este
ámbito debería inscribirse, o deberíamos inscribir, la opera prima
de Lawrence Guterman, Como perros y gatos, una producción de la
Warner que intenta alejarse del discurso moralista y familiar
tanto del sello Disney como del de Dreamworks.
Nos
encontramos ante una película de marcado corte infantil que consigue
lo que pretende de forma eficiente, divirtiendo a los niños y
no aburriendo a los padres. Si atendemos a lo que dijo Alfred
Hitchcock sobre la imposibilidad de rodar con niños y con animales
(tambien dijo que con Charles Laughton, pero no viene ahora a
cuento) el rodaje de esta película habrá sido peor que el de Apocalipse
Now. Pero ahora los tiempos adelantan que es una barbaridad, y
la informática, la técnicas de animación y toda esa parafernalia
espectacular y desconocida para mí, han conseguido que las interpretaciones,
tanto cánidas como felinas, sean convincentes y divertidas.
La película entretiene sobre todo
al principio y además el cinéfilo avezado podrá pasar un buen
rato cazando los numérosos guiños a otros géneros y personajes.
Desde el western en general y Grupo Salvaje, en concreto, a las
películas de James Bond. Desde el terror al cine de espíonaje.
Todo tamizado con un sentido del humor bastante pueril pero alejado
de la facilidad escatológica, con las que otros productos de esta
índole, suelen resolver situaciones complicadas o sonsacar la
hilaridad de las almas candidas de los infantes (parezco Pemán).
No se puede decir que sea una
buena película, pero mi crítica baja el listón por el cariz, por
la naturaleza de esta producción. Es una película divertida para
los niños (no pongo la voz de Gloria Fuertes) con unos efectos
especiales perfectamente utilizados, con unos animales reconocibles
y dotados cada uno de rasgos individuales de personalidad, con
un argumento original y con unas miras muy cortas a la hora de
intentar influir, moralizar y manipular a tan fáciles victimas.
Aun recuerdo con escalofríos aquella peligrosa tontería que era
Stuart Little. Además se aleja de lo descerebrado y del efecto
especial entendido como coctel molotov al estilo de Tomb Raider
y otros dislates. Además sólo dura una hora y media.
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