Por
José Antonio Díaz
Considerada vox populi ya antes de su estreno como
la penúltima película escándalo, a lo que no ha sido ajena la
supuesta dificultad de sus productores por distribuirla en salas
comerciales y no en las de películas "X", es difícil sustraerse
a una primera incursión prejuiciosa en sus imágenes con el objeto
de confirmar su presunto explícito contenido sexual. Y a ese respecto,
la referencia sería la reciente y también francesa Romance
X, que se promocionó entonces, con la inestimable colaboración
de algunos incautos periodistas, como la nueva frontera, en cuanto
a sexo se refiere, en el cine normalmente distribuido y exhibido,
en cuya comparación Fóllame resultaría claramente favorecida:
primero, porque las escenas de sexo resultan menos pornográficas
y, por tanto, más reales; y segundo, porque en Romance X
se utilizaba una pretenciosa coartada pseudointelectual, casi
existencialista para ofrecer una descarada, aunque blanda, película
pornográfica (ni dandoles la pista del título lograron que las
autoridades la marginasen a las Salas X), circunstancias ambas
en que no cae, al menos no descaradamente, Fóllame.
Dicho
lo cual se acaban las relativas alabanzas a otra cinta oportunista.
Ópera prima de Coralie Trinh Thi y Virginie Despentes, quienes
también firman el guión, adaptado de la novela homónima de la
última, auténtica alma máter del proyecto, Fóllame es una
especie de Thelma y Louise con aspecto de cine de autor (nacionalidad
obliga) pero fondo de última película ultracomercial y modernilla,
es decir, repleta de violencia aparatosa y gratuita y de una omnipresente
y cañera banda sonora. Siguiendo la tendencia de cierto cine europeo
contemporáneo de más empaque, sin embargo, el argumento parte
del retrato de un entorno social durísimo que pretende explicar
la situación límite de los dos personajes protagonistas, interpretados
por Raffaela Anderson y Karen Bach, dos actrices reclutadas del
cine porno o similar.
A partir de ese punto de partida, la supuesta
desesperación social de las dos chicas (chapuceramente planteada)
les lleva a una fuga hacia ninguna parte en la que se trata de
vivir al límite y morir joven (¿les suena de algo?), con la sospechosa
particularidad de que esa actitud implica cargarse a todo aquél
que se les cruce en el camino (y de alguno que no se les cruza
también...) de la manera más salvaje y a la vez lúdica que dos
chicas veinteañeras puedan imaginar, así como que ese comportamiento
sea visto con delatadorea ambigüedad, cuando no con inequívoca
complicidad, por sus autoras, especialmente la autora de la novela,
Virginie Despentes, ex punki y marginal reconvertida, y cuya personalidad
es sintomática de una actitud muy típica entre ciertos colectivos
supuestamente radicales: generar rechazo aunque sea a costa de
en el fondo tener en cuenta a los bienpensantes más de lo que
lo haría cualquier hijo de éstos, o como dice ella misma en la
promoción de la película a todo aquél que quiera escucharla: "Teníamos
que llegar al fondo de las cosas, hasta los lugares que suelen
ser evitados. Quisimos profundizar, para poder llegar hasta el
fondo mismo"; y así, inocentemente obsesionada por el mensaje,
se deja por el camino la forma, los matices de un material argumental
ofrecido en bruto y necesitado desesperadamente de una reelaboración
para extraerle algún sentido mínimamente relevante.
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