Por Juan
Antonio Bermúdez
Excelentes actores rellenan el
molde hueco de sus personajes y ponen la poca sal de este prescindible
vodevil treintañero con el que ha debutado en el largometraje
el madrileño Roberto Santiago.
Aitana Sánchez Gijón, que había
trabajado ya con este realizador en el muy premiado corto "Ruleta",
repite ahora en Hombres felices, donde ejerce además
como coproductora, y saca adelante con su acostumbrada solvencia
un papel protagonista algo desdibujado pero que aún así es el
más coherente de la película.
Sin
embargo, es Sergi López el que más rebasa la ramplonería de
su personaje para exprimirle la escasa gracia a fuerza de flema
y recursos de su propia cosecha. Él se basta para mantener la
atención y la sonrisa del público en una gastadísima y previsible
escena de adulterio descubierto "in fraganti", que sólo por
su mérito se convierte así en uno de los pocos momentos realmente
divertidos del filme. Él es el que mejor sabe salir a flote,
mitad patético, mitad amable, en esa peligrosa orilla de la
parodia en la que la película de Roberto Santiago naufraga.
Como escoltas de la pareja protagonista
en el pretendidamente atípico remedo de batalla de sexos que
plantea Hombres felices, María Estévez, Carlos Hipólito
y Pepón Nieto reconducen también como pueden su zozobra con
bastante dignidad y completan así un elenco absolutamente desaprovechado.
Lo demás, casi todo lo que queda
fuera de ese buen tono interpretativo, resulta banal y soso.
Más allá de su inconexa estructura, de sus inverosímiles soluciones
de guión o de cualquier otra imperfección formal más o menos
comprensible en un debut, lo que puede reprochársele sobre todo
a esta película de Roberto Santiago es que apenas interesa,
que aporta muy poco, que ni siquiera divierte en el sentido
más intrascendente del término.
Ni implica en su discurso generacional,
ni consigue cómplices en su superflua y superficial radiografía
del conflicto de géneros. Apenas un par de destellos simpáticos
(el principio y el final sin ir más lejos) sirven para que no
se pierda del todo la esperanza en lo que pueda llegar a hacer
en el futuro este Roberto Santiago. Pero le queda mucho.
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