Por Javier
Pulido
Llega por fin a nuestras pantallas
la esperada adaptación a la pantalla grande de "Final Fantasy",
la popular saga de videojuegos francesa que, desde 1987, lleva
vendidos cerca de 33 millones de ejemplares. El film se presenta
con el aval de ser la mejor recreación de un videojuego para salas
de cine, lo que no es mucho pedir teniendo todavía recientes las
sonrojantes correrías de Angelina Jolie emulando a la pixelada
heroína Lara Croft.
La acción se sitúa en el año 2065.
La tierra ha sido tomada por una serie de espectros alienígenas
que absorben "literalmente" el espíritu de quienes les tocan.
La salvación de la humanidad correrá a cargo de la doctora Aki
Ross y su mentor, el doctor Sid, que para ello deben reunir los
8 espíritus que no han sido tomados aún por los fantasmas. Para
ayudarla en su misión, Ross contará con la ayuda del escuadrón
"Ojos profundos", capitaneados por Gray Edwards. Mientras, el
aparato gubernamental, personificado en el General Hein pretende
acabar con la plaga recurriendo a la fuerza.
La
película, dirigida por el mismo creador de los videojuegos, Hironobu
Sakaguchi, no defraudará a quienes pretendan ver las últimas novedades
en animación realizada por ordenador, cuya elaboración ha corrido
a cargo de Square Software, compañía que durante cuatro años ha
empleado a 200 trabajadores para conseguir la adecuada recreación
de las texturas de esta nueva generación de actores virtuales,
llegando a increíbles niveles de meticulosidad, como reflejan
los tan publicitados 60 mil pelos que conforman el cabello digital
de la nueva heroína. Sin embargo, el formato elegido para este
nuevo capítulo de Final Fantasy ha sido la gran pantalla,
y es a la hora de juzgarla de acorde a cánones cinematográficos
cuando llega el momento de arquear la ceja.
El esfuerzo por recrear con exactitud
los rasgos físicos de los personajes no se ve acompañado por la
intención de insuflar algo de vida a los mismos. Durante más de
una hora y media asistimos al deambular por la pantalla de unos
maniquís estereotipados que, para colmo disparan todo un arsenal
de frases grandilocuentes y diálogos de opereta. Y es que contar
con un guión de Al Reiner, conocido por su trabajo en Apolo
XIII, y Jeff Vintar, no siempre ofrece las mejores garantías.
Es precisamente en los momentos en que la película pretende refrendar
su autodeclarada voluntad de salirse de los patrones del videojuego,
pienso en la declaración de amor entre Gray y la doctora Ross,
donde más chirría la película, acercándose peligrosamente a los
diálogos de serie B de la fantascienza italiana de los años 70.
Por otra parte, las esperpénticas explicaciones científicas acerca
de los 8 elementos necesarios para acabar con la invasión alienígena
resultan directamente un sinsentido que induce al espectador a
fijar su atención en los escenarios creados digitalmente, lo cual,
en el fondo, hace un favor a la película. Mero pretexto para una
producción en la que poco importa lo qué se cuenta, sino lo espectacular
que resulta. Y todo ello al servicio de una trama argumental que
deja en la retina del espectador avanzado una sensación de "déjà-vu"
constante. Si los alienígenas recuerdan en más de una ocasión
a los perpetrados por Paul Vernhoeven en Starship Troopers,
hay momentos que recuerdan a los momentos más testiculares de
Aliens, como las escenas de la fuga de los héroes de una
de las bases infectada por la invasión alienígena.
Final
Fantasy peca en demasía de la misma frialdad que lastraba,
sin ir más lejos, otros de los filmes de ciencia-ficción anunciados
a bombo y platillo en los últimos años, La Amenaza Fantasma.
Al igual que en la película de Lucas, la sobredosis de efectos
digitales acaba sepultando la intención de transmitir emociones
al espectador. En ese sentido, la película de Sakaguchi se encuentra
a años luz de producciones de animación digital como las dos partes
de Toy Story o Bichos, menos costosas y espectaculares,
pero que cuentan con una calidez narrativa y un sentido del ritmo
y la autoparodia de los que carece la película que nos ocupa.
Nos encontramos pues, ante una película impecable técnicamente,
pero que sin duda resulta fallida como filme de ciencia-ficción,
y que discurre por unos derroteros previsibles, incapaz de impresionar
más allá del oh! inicial que se agota pasados los primeros minutos
de proyección.
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