Ficha técnica

 

¡Quiero ser famosa!

Apogeo y miseria de lo cutre

Por Juan Antonio Bermúdez

En tiempos de cutre ficción y realidad cutre, Dominique Deruddere ha hecho una película cutre sobre lo cutre, una obra cumbre del cine petardo que incurre en los mismos excesos que critica, mezclando mensaje y forma. De manera que uno, cuando termina de verla, no sabe muy bien si ha asistido a una paródica genialidad o a otro episodio pretenciosamente subversivo del cutrerío audiovisual circundante.

"A pesar de que ¡Quiero ser famosa! intenta contar una historia de un modo cómico, mi intención es mostrar el cinismo que existe dentro de los medios de comunicación", explica el director belga en los programas de mano. Pero la exposición de este cinismo es tan exagerada y tan burda, tan caricaturesca, que ¡Quiero ser famosa! pasa como un chiste fácil que tal vez hubiera podido contarse mejor y con más gracia en un cortometraje.

La cosa va de una chica que quiere triunfar como cantante, una princesa del karaoke, una Tamara en versión flamenca (de Flandes) que se presenta a humillantes concursos de imitadores disfrazada de Vannessa Paradis, de Madonna o de quien haga falta. Su padre (encarnado por Josse de Pauw, lo mejor del filme) está dispuesto a hacer cualquier cosa para convertirla en estrella de la canción y se implica así en una historia absolutamente desquiciada: secuestra a una famosa cantante para exigir que le den una oportunidad a su hija.

En los márgenes de este secuestro (una anécdota que recuerda a Cecil B. Demented y a la floja Obra maestra de David Trueba, que no hizo honor a su título) pululan personajes todavía más ridículos y estereotipados que el padre y la hija: un manager sin escrúpulos, una come-hombres, un pusilánime que acaba ligando, una famosa desdichada...

Y de fondo, muy al fondo, un decorado de crisis, la recesión económica y el paro en las zonas humildes de una ciudad europea cualquiera, donde la televisión y su fama instantánea brindan la panacea de la felicidad.

Deruddere podía haber insistido un poco más en los detalles de ese fondo, pero apenas lo apunta, porque está claro que no le interesaba hacer una comedia social al uso. Una pena, porque las mejores imágenes de su filme son las que muestran en un tono falsamente documental que el mundo fue y será una porquería, sobre el tango de Discépolo en la versión de un imitador de Julio Iglesias, momento sublime. Lo más curioso es que todo este batiburrillo chillón que es ¡Quiero ser famosa! entró este año entre las nominadas al Óscar a la Mejor Película de Lengua no Inglesa. Para que luego digan.

Una última advertencia: si van a verla, no podrán sacarse de la cabeza al menos en un par de semanas a "Lucky Manuelo", el indescriptible tema central de su banda sonora.

   

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